Tuesday, September 10, 2024

Darién


Darién


No había migas de pan 

que seguir 

como en el cuento 

infantil

solo huellas borradas,

que imaginan los niños

siguiendo tras la ruta 

en un juego que 

promete otra vida 

después de la jornada. 

De repente 

su risa no es su risa 

y el juego no es un juego.  

Cruzan mares rabiosos 

y ríos que 

intempestivamente 

crecen llevándose 

la calma.

Los barquitos de vela 

que llenaron la infancia 

origamis celestes

que enseñara la madre

con dobleces perfectos 

naufragan silenciosos

y los ojos se espantan 

mientras desaparecen

junto a sueños ajenos

con muecas 

que se tallan inertes en los

entristecidos rostros 

que les deja la muerte.

Suenan cantos de aves 

agresivas

dicen que se alimentan 

del corazón de niños asustados 

dejando en su reemplazo 

un agujero enorme 

ensangrentado.  


La selva 

otrora inexpugnable 

ahora es una senda 

que estrangula su aire,

no es una aventura 

el verde se derrama 

sobre los cuerpos yertos 

y los minúsculos pasos

no alcanzan para huir 

de aquel desastre.  

Sienten que 

ya no son niños 

algo falla en el alma 

y un vacío de ausencia 

se aposenta muy dentro 

de su entraña.  


Dos


Dicen 

que ya no crece hierba 

en ese breve espacio señalado 

que se marca 

como un hilo siniestro

con la sal del sudor 

que a su agotado paso 

forjaron las historias 

de caminantes muertos, 

en el profundo vientre 

del humus y las piedras. 

Los niños huyen

desplazados de guerras 

y angustia inenarrable

con los ojos cerrados 

no alcanzan al asombro. 

La ruta va empinada 

y en descenso, 

ellos sienten 

que irá  más allá 

del desfallecimiento

de sus piernas cansadas. 

Quién sabe qué sonidos, 

qué voces, 

qué gritos enterrados 

aguardan en la sombra 

de aquel ‘jardín de barro’ 

y miedo agazapado, 

desfiladero inmenso 

de lamentos de ríos,

de barcos naufragados, 

selva espesa que atrapa

con lluvia enfurecida 

y sonidos 

de noche desplomada. 

Todo es incierto 

camino y sueño 

no saben los viajeros 

qué otro llanto 

aguarda 

en las oscuras fauces 

de bestias desbocadas 

entre montañas 

que quiebran sus tapices 

cayendo inexorables 

en el repetido grito

que ha abarcado

el abismo

insondable de la nada. 

Cada uno ha dejado 

su huella de tristeza 

ha abierto sin saberlo

ese claro en la selva 

de oscuridad transitada. 

Otros vienen detrás 

del espejismo 

algunos mueren 

de pronto, 

se los traga el olvido 

o se extravían 

en manos que trafican

con el miedo

cotizándolo en oro 

y malos cuentos de hadas 

–sin fieras al acecho, 

les prometen.

Los niños por su parte 

han aprendido

que dado el primer paso 

circulan entre ellas, 

les han visto la cara 

les vieron sus colmillos 

venenosos, 

la criminal ponzoña 

se ha clavado 

en su pequeño cuerpo, 

pero avanzan, 

continúan el trayecto 

y a su paso 

ya sienten que han perdido 

en un vacío inmenso 

irremediable 

aquel espacio íntimo

donde antes

su infantil corazón 

les palpitaba.


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