Wednesday, December 29, 2010

Simulacros

I

Esa mujer
me mira en el espejo,
pretende que le crea
cuando dice ser yo
y hace mi gesto.

II

Ella quería ser yo
y yo quería ser ella
nos suplantábamos
siempre en el espejo.

III

Estabas frente a él
fingiendo mi caricia
estabas ya sin él
fingiendo mi tristeza.

Sunday, December 26, 2010

IV

Yo traté de ser yo
pero no pude
quise ser mi retrato
y me suplantaron.
Ahora
me deshago por la vida
fingiendo el simulacro
que huye de sí mismo

acobardado.

Sunday, December 12, 2010

En pira funeraria
mi corazón se agita
condenado a cenizas
que volarán sin rumbo
después que el fuego vivo
relama lo que queda
los restos
los pedazos
después de tu partida.

Friday, December 10, 2010

Todo me duele

Todo me duele,
todo
el fulgor que se apaga
entre
los extraviados
ojos compungidos,
la tarde
que se muere
en el hastío
la sombra irreverente
desdibujando nombres
tan queridos,
el cielo distraído
La noche en que no estás
la oscurecida luna
del olvido
el sonido de ausencia
del llanto
en los rincones
reprimido
las hojas de los árboles
que cubren inclementes
las huellas del camino
la calle del encuentro
los abrazos, la esquina,
la vieja noche
de los rojos vinos.
Todo me duele, todo
el vacío del patio
el canto en el oído
las manos solitarias
sin destino
la historia del amor
las aves sueltas
que vuelan sin cesar
la piel helada sin tu
piel de abrigo
los anchos lechos
del amor mentido

Todo me duele
todo
la fuerza del olvido
la colosal distancia
los eternos instantes
me duele el sinsentido
todo me duele, todo
me duele respirar
me duele el viento
en su pasar
y los sonidos
la arboleda sin ti
los flamboyanes muertos
la casa de las plumas
la playa sin calor
el cielo yerto.
Todo me duele,
todo.
En mi espacio sin ti
me duele el despertar
la simple brisa,
la enorme soledad,
la música y el
verso.
La inmensidad del mar
me duele su gemido
la lluvia en el palmar
el mundo envejecido.
Todo me duele,
todo.

Tuesday, December 07, 2010

Carelibro

En un lugar de la mancha un hombre perdió el seso por dedicarse a leer historias de caballería, el mundo lo conoció con su escuálida figura, su fiel escudero, su amada hermosa y su brioso corcel. Álvaro en cambio, era conocido por su fuerte figura, su sonrisa sardónica y su afán de enseñar, su familia lo tenía en alta estima y era catalogado en general como un buen hombre, dedicado y fiel hasta que un viento huracanado lo obligó a transportar su ínsula a regiones ignotas de milenaria sabiduría, después de haberse deshecho de casi todos los libros y las pertenencias que casi como a don Quijada, lo tenían al borde del colapso por la fragilidad de la madera de su propia biblioteca y de su cordura puesta a prueba por un gorgojo que se instaló en ella con su muela perversa.
A partir de entonces, Álvaro no volvió a ocupar su lecho –salvo para breves menesteres- sino que se acomodó en el espacio vacío de su biblioteca, pretendiendo llenarlo con su cuerpo y con su cara que últimamente se había convertido en angulosa y no por el exceso amoroso de su nueva pareja, sino por un extraño fenómeno que ahora, se la asemejaba a un libro. Extrañas manchas se fueron apoderando de su otrora despejado rostro, no con la candidez del adolescente ingenuo que no se atreve a invitar a la novia por su creciente acné, sino por notorias siluetas de letras que saltaban de un lugar a otro formando las palabras que él estaba pensando en ese momento.
Grave se le puso la situación a Álvaro porque su tarea de educador se le empañaba con esta nueva enfermedad para la que no parecía haber cura. Las alumnas se espantaban con los pensamientos de su maestro reflejados en inglés, en español y en mandarín, que aunque muy pocas entendían, formaban figuritas como extraídas del kamasutra, libro que unos amigos habían comercializado años atrás en una feria del libro en la ciudad del sol, vendiéndolo a cinco dólares después de haberlo comprado en dos en la caseta de la esquina y que él habia agotado en sus noches de insomnio y sequía amorosa. Esta fue una historia que se grabó en el recuerdo de Álvaro por la fuerza de las imágenes que ahora él practicaba con renovada pasión y cuyo recuerdo le estaba acarreando serias consecuencias. La caseta de antaño era compartida con otros amigos que pretendían vender su obra para educar a una comunidad que consumía más arepas de choclo y masas de puerco que libros, y que asistía a la feria, no por el afán de la sabiduría sino por las bolsitas que los diferentes comerciantes ofrecían para llenar con publicidad, periódicos y revistas y que los dejaba a todos frustrados, a los escritores, con unas cervezas de más y con una carga de libros que debían devolver a casa sin el entusiasmo con que los habían cargado en la mañana.
Álvaro se estaba desesperando, recurrió al viejo truco de cubrirse con polvo de arroz que lo protegía por algunas horas pero la fuerza de las letras lo iba desmoronando lentamente hasta desnudar completamente las palabras que a gritos expresaban el pensamiento del maestro que no era del todo académico y que lo ponía las mas de las veces en serios aprietos.
Recurrió a formulas milenarias del oriente y a algunas más recientes de occidente, embadurnó su cara con toda clase de brebajes, con extractos aprendidos en su convivencia con los indios suramericanos y a otros que su fémina le preparaba con gran sapiencia, paciencia y fervor, emanados inclusive de su propio cuerpo, sin resultado alguno, entonces Álvaro recurrió a la literatura que aunque muchos afirmaban no servía para nada, contradecía a otros que aseguraban lo contrario y decían que era la única salvación de la humanidad y se dedicó a pensar cuentos breves y de esta manera ilustró a sus alumnos con las mejores historias de su pueblo y algunas de otros circunvecinos y remotos.
Así aprendieron los muchachos que había aún un lugar donde se amontonaban los leprosos que no eran sólo personajes de la biblia sino seres de carne (algunas veces escasa) y hueso y escucharon canciones y divisaron estrellas y viajaron con la imaginación a través de la cara de este hombre que se había convertido en más que un libro virtual.

La Fiesta de la Friducha

Aniversario

 Un día, otro de tantos, fue una fuga audaz... Cincuenta y dos años no son nada, es posible que sean una vida que se reproduce en cuatro, oc...