Friday, February 18, 2011

Puedes retenerme
con el destello
verdeazulado de tu mirada,
con la incertidumbre
de quien busca algo mejor,
con el amarillo
de los sueños del atardecer
sin pétalos que lo adornen,
con tu pisada dura
contra la injusticia
con tus poemas ebrios de ensueño,
con la fuerza de tu mano
que se debilita en la caricia
de mi pecho desnudo.
Puedes retenerme con tu cuerpo,
con la arrogancia de tu sexo
en acecho de mi sexo
con tu piel abrigando
mis hombros extraviados,
con tu compañía.
Puedes retenerme con tan poco
como un te quiero
en la soledad,
con tu empecinada
lucha que no claudica
ni se vende,
no tienes que esforzarte.
Puedes retenerme con tan poco
como seguir siendo
el de ayer,
el de siempre,
el que cambia
el que serás
donde camines
donde sueñes
donde quiera
que te encuentres

Sunday, February 13, 2011

Sueños

Pesaban como piedras en esta noche de angustia solitaria y había que transportarlas a cuestas por un largo camino sin descanso a pesar de los vericuetos y de las altas cimas, no era posible librarse de ellas ni dejarlas a un lado para descansar, porque inclementes se aferraban a mi cuerpo sin darme respiro ni tregua.
Creo que esta historia comenzó en la más tierna infancia y que todos a mi alrededor, se encargaron de dármelas sin medida, inicialmente me gustaba acumularlas y acariciarlas como un nuevo juguete, les acomodaba el pelo, les inventaba vestiditos y las sacaba a caminar con paso torpe por los alrededores de mi patio, ellas se trepaban por las enredaderas y el rosal amarillo tratando de escaparse y hube de espinarme los brazos para impedir semejante desafuero. Otras veces se metían en la tina conmigo chapaleando en el agua y creando un enorme desorden que luego no me ayudaban a arreglar, eran díscolas y ágiles se colocaban en todos los estantes de la casa y desde allá me lanzaban carcajadas a la cara, burlándose de mi angustia por no saber retenerlas disciplinadas junto a mí, trepaban las ventanas y hacían nudos en las cortinas, se deslizaban por el pasamanos de la escalera y siempre bulliciosas no me daban reposo, muchas veces se pusieron obscenas e inadecuadas pero yo las dejaba para seguirles el juego, ellas habían resuelto enloquecerme y yo disimulaba pretendiendo no conocer sus intenciones. Cómo me hacían sufrir con su descaro, ya en mi adolescencia se asomaban en mis más íntimos momentos amenazando con dañarme la concentración en mis solemnes actos y en mis oraciones, se colaban por los tejidos y las nervaduras de mis mejores trabajos dándoles toques de desfachatez, grosería y rebeldía incontrolables. Algunas veces también llegaron en los grandes momentos con sus mejores galas dándole realce a mis proyectos con su elocuente sonrisa. Vivían y dormían conmigo y se transformaban de acuerdo a la ocasión portándose tontas, lloronas inadecuadas, necias y por qué no, serias, oportunas, regias, lúcidas, sumisas o destempladas, nunca se sabía con qué actitud iban a aparecer en mi escenario; yo les temía por la incertidumbre en que me mantenían cuando hacían su aparición o cuando simplemente desaparecían sin previo aviso.
No niego que las busqué cuando en algunas ocasiones intentaron abandonarme y que las llamé desesperadamente para que me siguieran divirtiendo y avergonzando; para que le dieran lustre a mis conversaciones, y que las invoqué desesperadamente en mi adultez cuando definitivamente querían escapar con los niños que estaban naciendo porque ellas se mantenían sin edad, frescas y dispuestas a adornar o a malograr la vida de los otros. ¡Pobrecitas!, ahora las cargo como un fardo sobre mi espalda encorvada sin saber qué hacer con ellas, ahora que han perdido su brillo y su capacidad de significado, ahora cuando adheridas como lapas unas a otras, son solo muñones desarticulados, sin sentido, ahora cuando prisioneras, se acumulan encerradas en este bulto de la memoria que me aplasta y no me deja caminar el último sendero empinado hacia lo desconocido, porque he olvidado para qué sirven y cómo se utilizan en esta pesadilla sin fin, en este sueño sin nombre, las palabras.
Para Mañita una niña vieja que olvido cómo pronunciarlas.

Tuesday, February 08, 2011

Cuentos breves


El Crucifijo de plata.

Honorio tomó en sus manos el crucifijo de plata que minutos antes había tomado de la casa de su madre, y en el tono solemne que lo caracterizaba, espetó su sentencia: ¡Si Judas te vendió… yo te voy a empeñar! Acto seguido lo colocó en su mochila y se dirigió a la prendería del pueblo.

Ladrones

Mientras un hombre
es condenado
por robar libros.
Los asesinos
se aposentan
en las mullidas sillas de
los diputados.
El hombre lee en la cárcel
purgando su sentencia
y los diputados
contribuyen con su sabiduría
a elaborar las leyes
de la república

Sunday, February 06, 2011

Cuento de domingo


Ellos.

Ella lo miró pasar con su mochila y con sus instrumentos musicales que le produjeron una morbosa curiosidad de aprendiz, y lo siguió mirando hasta que él cambio la dirección de su mirada absorta en las montañas lejanas y la encontró con su fingida sonrisa, esperando aquel gesto que la llevara a la realidad del músico. Así pasó.
Se siguieron cruzando varios días que ella adornó con hojas amarillas enredadas en los cabellos sueltos, hasta que decidieron vivir juntos. Él, la enseñó a soplar algunas notas y le engendró un hijo. Compró una cama y bajo ella guardaba las melodías andinas con maniática meticulosidad. La nombró princesa de su reino ignoto y de la luminosidad perdida en los vericuetos del sendero empolvado por siglos de abandono y enterrado bajo nubes de polvo y tiempo. Llevaban una vida sin prisa y él adoraba la cama guardiana de sus gaitas. Ella, con la curiosidad satisfecha, conocedora ahora del origen de las notas y roto el mito del muchacho exótico, se aburría del lamento incaico. Le molestaba el hecho de que al cerrar la puerta, la revisara dos veces para asegurarse que estaba bien cerrada y para que ella no lo creyera un maniático, cuando su intención era hacerlo cinco o diez veces.
Ella vestida con sus largas faldas, decidió incursionar en otros mundos y trasladó por unos días su reino hasta donde un viejo profesor que estimulaba su vanidad y la presentaba como la descubridora de los ecos de los Andes y el folclor costeño. El juego no le duró, porque el músico, compulsivamente cuidadoso de sus pertenecías entre las que la contaba como su mayor tesoro, comenzó a sospechar e intento llevarla lejos del lugar. El viejo profesor todo lo soportaba con estoica resignación y le ofrecía otro imperio que en su memoria decadente confundía y creyendo que así era el nombre de la diosa que quería darle; la llamaba Tiuantinsuyu*, tratando de aproximarse a los delirios juveniles de ella. Hasta que otro día, se cruzó un joven nórdico en el camino de los tres. Ella entonces, violentó la puerta y sus cerrojos, se robó la cama, se llevó al hijo y se fue con su música a otra parte.

* Tahuantinsuyo: Imperio inca, el imperio de los cuatro puntos cardinales.

Saturday, February 05, 2011

Nosotros,
pobres hombres,
erigimos bestiales,
monumentos,
viajamos a la luna,
escarbamos el sol,
desafiamos el átomo,
exterminamos ciudades,
nos engrandecemos
frente al viento
y creamos cohetes
manejamos el fuego 

como vestales nuevas 
con sus oficios viejos.
Quemamos las angustias
en las inmensas torres
de aquel templo magnifico
que un día
sin excepción,
todos nosotros;
le construimos al ego.
Explicamos con fórmulas
la noche,
el amor,
los deseos.
Enfrentamos el miedo
consumimos 

enfermos,
devoramos,
soñamos trascendencia
pretendemos amar
y ser amados
conocer y retar
-pobres y necios- 

desafiando arrogantes,
suprema ingenuidad, 

a la licuefacción 
del universo…

La Fiesta de la Friducha

Aniversario

 Un día, otro de tantos, fue una fuga audaz... Cincuenta y dos años no son nada, es posible que sean una vida que se reproduce en cuatro, oc...