Sunday, November 29, 2009

Fragmentos

Las palabras volaron como las hojas muertas y se evaporaron con la lluvia. No hacía falta llorar, las sombras ingresaron a los aposentos abarcándolo todo. No sobrevivió ser alguno, la fe se quebrantó y se rompió sobre la cresta de las olas. El pie crujió después sobre las naturalezas muertas. El río se fue salando entre la boca inmensa, que lo bebió de un sólo sorbo tibio, que lo bebió sediento. No hay que hacer cuenta de los pasos para llegar al final, no valen las cuentas cuando ya todo está hecho, cuando todo está dicho y malogrado, no hay vuelta hacia el pasado.

Talvez no soy eso que piensas, ni lo que pienso que soy, mucho menos lo que piensan los demás. Lo que cada cual se imagina de acuerdo a su conocimiento chato o amplio. Cosas escuchadas de otros, experiencias que en cada caso son individuales y particulares que no pueden concretarse en unidad, sin embargo parecen una sola.

Soy y dejaré de ser, seré sin ser. No volaré en cenizas porque reposaré debajo de algún árbol o aterrada en el fondo de una caja oscura por toda la eternidad, hasta el final que dicte el cataclismo, cuando todos flotaremos hueso o piel reseca por el tiempo. Recorreremos valles y ciudades desbordando orillas, reventando diques y sacando de su base los cimientos de lo que fueron las construcciones sólidas. Nada ni nadie soportará el embate, olas terribles que acabarán el grito para perpetuarlo en la inmensidad del mar.

Oscuridad, oscuridad y sombra sin intersticios por donde se cuele la vida, eterno olor de hierba mojada bajo los pies de los que ya no se atreven a llorar. Te miro ahí, los miro y me pregunto si valió la pena tanto dolor, la angustia diaria, las esperas y las desesperaciones, los instantes fugaces de un placer inventado, la fingida risa. ¿Quién eres? ¿Quiénes somos? Agotamos la vida en embelecos que no nos dejaron nada. A nadie le dejaron nada, todo constituye una mentira, un motivo más para malgastar la vida entre miles de objetos, trapos y chatarra oxidada.

No existes, no existo. Te quejas, te consuelo con palabras que no alcanzan a ser mi propio consuelo, vivimos en la desesperanza, transidos, dolidos por el aire que nos roza. Se habían desaparecido las defensas, la muralla, el fuerte, talvez nunca existieron. Anduvimos todos los caminos indefensos, sin fortificaciones, sin la naturaleza de nuestro lado. No entendimos los caminos que daban vueltas sobre sí mismos, sin conducir a ninguna parte y nos extraviamos en la búsqueda.

Las palabras, tantas, tan distintas, tan iguales en su carencia de significado. Escritas, pensadas, dichas en el oído amado o a los gritos en el viento. Hambre, sed, deseo y satisfacción, obsesiones de dioses y paganos...


Maldito lenguaje que cree decirlo todo y no dice nada, malditas creencias y sueños irrealizados, vivimos como pudimos, sin justificaciones, sin metáforas, vivimos como se nos presentó la vida, creyendo poseerlo todo y siempre con las manos y el corazón vacíos.

Me desgarro y no ruedan las lágrimas, las tenía contadas hasta cuando durara la pena, pero algo se desequilibró porque el dolor continúa y las lágrimas no, ese alivio, esa leve y tibia caricia se me niega.

No regresan las aves a sus nidos, el invierno los destruyó aunque los mantenga en los desnudos árboles de invierno, las hojas más hermosas están muertas acolchonando el humus. El otoño se lleva los mejores colores en bocanadas que las desgarran desde los tallos de los árboles dejándolos ahí, sin esperanza en la memoria de renacer por lo pronto, deshabitados, tristes...

Midaz.
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