Saturday, October 31, 2015

Madre



Hoy 8 de octubre, 
el otoño me hiere en sus colores
  ¡Dios mío ayúdame a soportar esta orfandad!

Fue el grito desgarrado que encontramos en su devocionario, cuando después de dejarla abandonada en manos extrañas regresamos a su casa para que el dolor nos lacerara con cada uno de sus recuerdos.
Murió, no podemos hacer cuenta de las horas, está muerta y nosotros seguimos vivos para que cada uno de sus pasos nos conduzcan al infierno de las dudas, de las posibilidades desaprovechadas, de los errores y las postergaciones. Murió la más linda de todas las mujeres, a la que quería con las mismas dimensiones de cuando niña, con un amor tan grande en mi universo: ‘como la bolita del mundo’ a quien cuando fuera grande y trabajara, le iba a comprar un palacio dorado en las nubes, con caballos y flores de ensueño. Madre, mi todo, el único camino hacia la felicidad por el que luego me perdí sin retornos.
Madre, palabra desgastada que no abarca el verdadero concepto, madre, estás ¿quién sabe dónde?, tus blancas manos una sobre otra con tus uñas perfectas, lidiando contra las llamas de las que no pude salvarte.
Madre la noche nos cayó completa a ti y a mí, madre, mi madre y no encontramos senderos ni reencuentros. Te busqué inútilmente entre los manteles y las carpetitas que bordabas, en las fotografías y las paredes que construiste para abrigar nuestros sueños de niños, pero nada te muestra, una soledad aplastante se desprende de ellas.
No te encuentro, no pudiste esperarme, se te derrumbó la fuerza que te sostuvo y me sostuvo durante toda la  vida, la que estaba presente cuando agoté las lágrimas que venían contadas, la que me guio y me enseñó cómo burlar al destino que nos deparaba cosas terribles, manteniendo siempre una luz al frente.
No estás, no estarás, no podré verte, sólo tu voz en mis oídos me repite miles de palabras que te escuché pronunciar antes que a nadie, seguiré con los ojos cerrados su sonido, hasta agotarme, hasta secar estos ríos que me acechan y que rompen su cauce sin encontrar salida.
No pudiste enseñarnos a burlar esta pena de tu ausencia, la más honda y más larga, la más fiera y más triste, esta que con sevicia y a dentelladas amenaza con destruir los cimientos de la cordura y el valor aprendido a tu lado en otras muertes.
La ciudad que te guarda nubló el rostro de lágrimas impidiéndonos la mirada cuando te dejábamos sola, los cerros que la víspera nos arrebataron el corazón en sus cumbres, no nos dejaron ver cómo te abrigan verdes.
Adiós sin adiós,

señora mía,
allá seguiremos siempre

tomadas de la mano
en las

alturas sin compasión
donde los ojos
te buscarán sin verte

con las almas dolidas
cuando te sienten,
en el juego perpetuo,
que otra vez como siempre
nos lo gana la muerte.

Octubre 15
  

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