Monday, August 29, 2011

La Valla

Desde siempre, desde que no tenía recuerdos y su imaginación no podía traspasar los límites de la montaña que cerraba las nubes, oscureciendo el azul, Juan la soñaba, ella se fue gastando con la lluvia y sus colores diluidos en cientos de atardeceres ya no mostraban la tersura de su piel rosada bajo el pequeño traje en un paisaje de palmeras y sol, y su mano borrosa ya no enseñaba un vaso refrescante con espumosa cerveza, sino que sostenía una caricia congelada que lo persiguió inclemente desde la infancia y hoy le producía escalofrío.
Nadie sabía que Juan se tiraba durante horas y días enteros sobre la hierba para contemplarla, para mirar cada uno de los puntos hermosos de sus ojos perfectos, de su sonrisa insinuante, de sus pechos que le gritaban promesas de amor y sobretodo, de ese pequeño e insignificante paso que obstruía el camino al paraíso en una trusa elástica que se ceñía y se acomodaba a su curva irremediable del miedo de esas nalgas duras entre sus torpes manos que no sabría cómo acariciar o pellizcar o morder, con ese deseo fresco y viejo que se enturbiaba y agudizaba con el paso del tiempo, que subía y bajaba con la luz del cielo y crecía a diario como su propio cuerpo.
-¡Teresaaaa...!
Su nombre era un grito que se atravesaba en la garganta de Juan y se lo inventó en la misa cuando su madre lo llevó para hacer la primera comunión, no recordaba bien si lo escuchó, o si simplemente le llegó intempestivamente al corazón como le llegó ella.
Por eso, el día que quitaron la valla, Juan bramó con la misma fuerza de la vaca cuando perdió su cría y escondido hasta que se le agotó el llanto, después del dolor, corrió decidido a encontrar consuelo en alguna de las mujeres que caminaban solas por el sendero de la iglesia y luego de eso, se aseguró de matarlas cada vez que las quería para que no pudieran irse y dejarlo tan solo como lo dejó su Teresa.

Wednesday, August 24, 2011

Tambores


Quisiera ser tambor
entre febriles manos,
quisiera
que a través de su piel
lleguen sonoros
al receptivo oído
de los vientos
los ecos de
mi voz y mis lamentos
deslizada en los rítmicos
y atávicos
sonidos que superan
el tiempo
y el silencio.

Thursday, August 18, 2011

Ayer

Ayer

“Los otros todos que nosotros somos…”
Octavio Paz

Éramos muchos
y nos fuimos yendo,
a unos se los llevó
la muerte acariciándolos
entre sus garras
a otros los mató
el olvido y la distancia,
se fueron desgranando
con su vida a cuestas
con cada soledad
entre las manos
blandas.
Huyen los ojos
de los ojos
entre los vericuetos
de la vida
entre los andurriales
y las piedras,
entre la contundencia y
las palabras.
Éramos muchos
pero no era nada
ese tumulto
de un ayer lejano,
solo éramos
voces
con altisonancias
tan solo
los reflejos
oníricos de un desvarío
enorme
sobre el agua.
Éramos lluvia
en la piel
ceremonia sagrada
éramos fiesta
y cantar
éramos vida,
pero vino
la realidad
y nos mostró
la cara
y por eso
es que hoy
después de todo,
de sumar y restar
el ayer,
no somos
Nada.

Monday, August 15, 2011

Nacimiento de una luna



Excédete
como se excede el mar
que fragua dentro del agua
alumbramientos
gestando entre la luz
lunas sin tiempo
excédete de amor
como se excede el cielo
cuajando entre su azul
el firmamento
tal como los crepúsculos
hambrientos
se exceden de colores
devorando la luz
-dorado intento-
tragando soles
en la diáfana bóveda,
rayando donde acaba
en horizonte
el camino del viento
y se pierde en la noche
a paso lento.
Excédete en distancia
y en silencio
en muerte
y renaceres
de diáfano esplendor
Excédete de amor.
Haz el intento.

Friday, August 12, 2011


Amarte

Con las manos llenas
y vacías
de amaneceres
y ocasos.
Con los zapatos
grandes
con los pies
atrofiados
de buscar reposo
en la interminable
marcha,
con la vida
y la muerte
de la esperanza,
con aterrado
grito de ausencia
entre los labios...

Te sigo amando.

Tuesday, August 09, 2011

Cuentos infantiles



Nosotros éramos cinco hermanos, pero el día que llegaron esos hombres disparando y mataron a mi papá y a mi mamá como perros rabiosos dejando salpicada su sangre en el rellano de tierra de la entrada, tres de mis hermanitos quedaron debajo de ellos porque corrieron a defenderlos y el pequeñito se colgó de la falda de mi mamá tratando de que no lo dejara solo y así sucedió, no lo dejó solo se lo llevó con ella y mi hermana mayor y yo corrimos a escondernos debajo de la cama, nos miramos sin hablar y entendimos que si nos acercábamos, también quedaríamos ahí con la mirada extraviada, llena de miedo y la sangre saliéndose como si le hubieran quitado la tapa y corriera hacia el bosque sin regreso.
Nos quedamos quietecitos hasta que paramos de oír las voces y las risas, luego nos arrastramos para no hacer ruido y nos acercamos a la puerta de la casa que se mecía con una brisa delicada, ahí mismo los vimos y supimos que no había nadie, mi hermana comenzó a gritar y a llorar encima de todos y pasaba del uno al otro pidiéndoles que contestaran.
-Papacito, papacito mamá ¿por qué no me hablan?
Y recogió al niño del piso y arrancó a correr como una loca con él en los brazos, dando vueltas a la casa como tratando de revivirlo.
-¡Pare ya! le grite,
-no ve que están muertos, todos están muertos, tenemos que abrir un hueco grande para enterrarlos, pero ella no paraba y no dejaba de llorar.
Hacía una música horrible con su llanto que me producía ganas de morirme, de taparme los oídos y salir corriendo para no escucharlos nunca más...
Pasaron muchas horas y no hicimos nada, nos quedamos ahí con nuestros muertos. Nadie vino a visitarnos, nadie volvió a pasar por el camino, nadie nos avisó qué era lo que teníamos que hacer, al otro día fuimos a buscar ayuda a donde el compadre de mi papá y allí no había nadie, sólo unos grandes agujeros en la puerta y un humo que venía desde la parte de atrás, seguimos caminando hasta llegar al pueblo y había hombres con unos fusiles enormes, patrullando y la gente no se veía por ningún lado.
Escondidos detrás de las paredes recorrimos las calles y el pueblo estaba vacío, sonaba el eco de las pisadas de los que caminaban como esperando que alguien apareciera para dispararle. Volvimos a la casa y ya sobrevolaban en circulo muchos chulos negros de esas bandadas que habíamos visto junto al río y comenzaron a bajar y mi hermana y yo con la escoba tratábamos de espantarlos, entonces cogimos la pala y la pica y nos demoramos tres días abriendo el hueco para echar a nuestra familia que ya olía muy mal y había cogido un aspecto que daba miedo. Hasta el niño chiquito que era tan lindo nos producía asco, mi papá no tenía cara y mi mamá por debajo de la cáscara que se le formó, se veía tan triste que cuando la pusimos arrastrándola de los brazos y los pies, nos quedaron unas ganas eternas de llorar.
Por eso mi hermana llora todo el tiempo desde ese día y yo lloro de noche cuando ella se duerme y no me ve en los caminos por donde buscamos un lugar donde reposar, porque no quiero que se le agrande la pena en su corazón.

La Fiesta de la Friducha

Aniversario

 Un día, otro de tantos, fue una fuga audaz... Cincuenta y dos años no son nada, es posible que sean una vida que se reproduce en cuatro, oc...