Friday, December 20, 2019

El traje del emperador



The Emperor’s New Clothes*
By Martha Daza
From the beginnings of early literature, we learned the value of the truth faced against the weight of vanity and narcissism...
From the dishonest tailors, that offered the emperor the production of the most amazing outfit, that would measure the intelligence and loyalty of those around him, it would be sewn with precious stones which could only be seen by the clean and intelligent eyes of the inhabitants in his reign and those serving the court.
They measured and began the extensive labor, making his highness raise his arms, bend his legs, giving their mockery full force, because evidently, there was no thread or material. Once finished, the emperor would parade in his town, showing off this marvelous attire. The hypocrites that were invited, could not get past their awe and amazement looking at such an illustrious outfit, making audible commentary about the magnificence of the cloth, the cut, the elegance and the way the emperor wore it.
The streets were full with the entire town, with their mouths open and unable to utter a word. Everything went well and according to plan by the thieves. Until a child in the midst of the crowd, let out a scream and provoked unanimous laughter, " the emperor is naked!"
and the emperor remains naked, in front of this mediocre court, who is terrified of pointing out the lie, because they are now complicit and participants of this great lie. They pretend they have no misery, nor does the emperor, praising him and trying to block the sunlight with their small fingers, so as not to manifest the huge scam, while the man conceits exhibiting himself in front of the world that watches in disbelief.
We can hear loudly the voices denouncing the magnitude of the corruption of those who take advantage of the narcissism of one simpleton who still believes that he is wearing the emperor's suit.
Martha Daza
* Hans Christian Andersen’s short stories
El traje del emperador, desde el escritorio de Martha Daza, basado en el cuento de Hans Christian Anderson.
Desde la literatura infantil aprendimos el valor de la verdad enfrentada al peso de la vanidad y el narcisismo..
Unos sastres estafadores, ofrecieron al emperador fabricarle el maravilloso vestido que mediría la inteligencia y lealtad de quienes lo rodeaban. Sería tejido con hilos de oro y preciosas piedras que solo podrían observar los ojos limpios e inteligentes de los habitantes del reino y los servidores de la corte.
Tomaron medidas y comenzaron la elaboración haciendo girar al mandatario, subir los brazos y doblar las piernas al antojo de los costureros que se dieron gusto en la burla porque evidentemente, no existían los hilos ni la tela. Terminado el trabajo, el emperador desfilaría ante su pueblo luciendo la magnífica obra. Los hipócritas invitados decían no salir de su asombro ante tan ostentoso traje, haciendo comentarios acerca de la magnificencia de la tela, del corte, la elegancia y el porte del emperador.
Ya en las calles el pueblo entero abría la boca sin atreverse a pronunciar palabra. Todo marchaba acorde a los planes de los pillos hasta que un niño en medio de la multitud, lanzó el grito que provocó la risa general:
–¡El emperador está desnudo!
Y el emperador sigue desnudo frente a su corte de mediocres que no se atreven a señalar el engaño porque ya se hicieron participes y cómplices de la gran mentira. Disimulan sus propias miserias y las del mandatario, alabándolo y tratando de tapar el sol con los dedos para que la luz no ponga de manifiesto el engaño, mientras el hombre se vanagloria exhibiéndose frente al mundo que lo contempla atónito.
Ya suenan a lo lejos los gritos que denuncian la magnitud de la corrupción de aquellos que se aprovechan del narcisismo de un pobre hombre que sigue creyendo que porta a cuestas o viste, el traje del emperador.
Martha Daza

Sunday, November 10, 2019


No hay Chenco sin Patricia y sin Patricia no hay Chenco

Custodiados por árboles centenarios, los encontré una tarde “En medio del camino de la vida”  nos habían invitado a compartir su vino, su mesa y su sendero adoquinado rodeado de las tibias aguas que a ella le huelen a sal aunque son dulces, tal vez porque le bulle entre las venas el aroma de la costa rebelde que es su tierra. 
Anduvimos juntos por aquel lugar donde ellos, Patricia y Chenco, dedican sus horas artísticas, a la evocación de la belleza desde la memoria de sus antepasados en las murallas que resistieron piratas y sitios de tiranos, donde nacieron. 
Inmortalizando en el más clásico y elaborado oficio, retratos, rostros, talles, palenqueras, flores y bodegones, ella y figuras caprichosas cargadas de expresionismo Chenquero, él. Un ojo que lo ve todo a su manera irreverente, infantil y rotunda donde no hay espacio para la duda porque ahí todo está dicho.
Su árbol genealógico se cruza en el pasado como aquellos que nos dedicamos a abrazar esa tarde; entrelazando raíces y ramas altas que dan sombra y lustre a sus pasos, cansados ahora de tanto trasegar en este mundo ajeno a toda manifestación poética y renuente a la belleza y al arte.
Patricia y Chenco son dos artistas con el alma combinada en una sola voz de protesta, erotismo y fuerza, más conciliadora ella, no por eso débil, e inamovible él. 
Aquí no hay diferencias esenciales aunque así se muestren en sus cuadros, han compartido toda una vida y han fusionado sus inmensos sentires con diferentes colores que al descomponerse son los básicos. 
Como los troncos de los árboles que contemplamos en su compañía, sus propósitos se funden desde sus raíces engrandeciéndose en sus ramas que apuntan hacia arriba, señeros y abiertos a la luz que se filtra para dejarnos con ellos la sensación de un compañerismo, camaradería y fraternidad inigualables y una amistad sincera, imperecedera e irremediable.

Tuesday, September 24, 2019

C. Lápiz

(26 de julio 2019)

Que más da,
nos seguimos muriendo,
solo quedan los pasos
recorridos,
las calles, los discursos,
la escalera, el colegio,
los proyectos,
los jardines, los bosques,
los niños
los que fuimos
jugando a ser adultos
queriendo a toda costa
reconstruir el mundo
modificar el sino
de los tiempos...
y llegan estos días
que nos rompen,
que nos vuelven pedazos,
las horas de llorar
por los amigos muertos,
de saber que
ya no es posible
un nuevo encuentro
aunque sigan
los árboles
caídos floreciendo.
Adiós mi gran amigo,
compañero, maestro,
el de la reina mora,
depositario
de todos mis secretos
depositario
de todos mis afectos.
Adiós Rafael Josué
Hasta siempre

Friday, September 13, 2019

La fiesta de la Friducha

La maestría de Rosalinda Rodríguez en La fiesta de la Friducha

El tequila que nos ofrecieron cuando arribamos al teatro, nos preparó el sentimiento para lo que venía:
Una voz que rompió desde atrás de la escena, nos transportó al ambiente:
“Niña cuando yo muera, no llores sobre mi tumba, cántame un bello son ¡Ay mamá! Cántame la sandunga…” partiendo el corazón con La Martiniana, esa preciosa y vieja canción oaxaqueña, arranca La Fiesta de la Friducha, esas voces inician la tarde y resquebrajan los sentimientos que van quedando a flor de piel mientras se levanta Frida, que yace bajo un velo rojo, rebelde y alegre para contarnos de su vida desde su fiesta, la última exposición. A la derecha del escenario, la tejedora ha permanecido acuciosa, en su trabajo.
La música, las imágenes del telón de fondo, La Internacional, que no puede faltar en una representación de Frida Kahlo; La Chavela Vargas, André Bretón, Trotsky y el grito de Frida ambientan la función:
–“¡Con mi Trotsky no se metan!” –y colocan al espectador en el centro de la vida azarosa de Frida en el cuerpo de Rosalinda, que ha asumido todo su rol y su esencia. Diego permanece en la escena, amado, siempre amado, traicionándola con su hermana Cristina a quien también ama y odia en una lucha de sentimientos que la superan. Siguen las evocaciones de la complicada vida, del polio, del accidente, de los peores y los mejores momentos vividos, los abortos –una escena brutal desgarrando las entrañas y el corazón de la Friducha; la pérdida de su pierna y su cuerpo roto que habla en una queja rebelde.
Sigue recordando a su padre que la veía muy fea, a su amiga Tina Modotti, a Picasso y a todos los que jugaron un papel en su apasionada carrera, aparece fuerte en una especie de oxímoron frente a la debilidad de su salud y su cuerpo que se defiende a fuerza de espíritu. Desfilan por su recuerdo toda clase de personajes, el noviecito que la acompañaba el día del accidente que trituró su cuerpo en la adolescencia, –otra escena terrible-, por supuesto La casa azul de Coyoacán y en medio, esas voces mágicas que llegan y junto a la de ella, rompen la cordura y se suman a la estupenda interpretación de Rosalinda Rodríguez, siempre nube, siempre arriba, y lo llevan a uno al clímax y al llanto en el cierre con guitarrones de mariachis.
Grandiosa y poética puesta en escena de Lilliam Vega, con Rosalinda engalanada en su papel, grandiosa, apropiada del personaje que se muestra en toda la magnitud de su tragedia, acompañada de Carmen Olivares, Ivanesa Cabrera ¡Qué voz! y el grupo Ameyal. Todos, forman parte del engranaje de la obra, productores, diseñadores de luz, maquillistas, creadores de los audiovisuales, asistentes de dirección, jefes técnicos, ah y la pintora que recrea la obra de Frida. Todos ellos responsables de este resultado ideal.
Laura García, Papo, Milaydy Martínez, Armando Tejuca, Mariana Altamirano, Richard Rodríguez, Loipa Alonso, Agatino Zurria, Jorge Lorenzo, Amelia Sierra, Juan Cejas, Alfredo Armas con su lente y todos los que participaron en el excelente montaje y aportaron sus conocimientos y su arte en la producción y organización, se merecen un aplauso.
Nota: al llegar al teatro nos recibieron con tequila y  desde el fondo del patio, las notas de un conjunto venezolano que interpretaba el joropo y otros aires de la región, nos dejaron saber allá a lo lejos, que estaban cerca. Estos artistas que tocaban sin atravesarse, nos recordaron los inicios de esos exilios que nos parten el alma dejándonos su presencia solo con la música de fondo.
Midaz

Monday, April 15, 2019

Despedida

(octubre 8 2015)

Tiempo atrás
nos despedimos
sin presentimiento
nos fuimos yendo
sin saberlo
en una marcha muda
de adioses sin palabras
sin abrazos
sin mencionar
el derrumbe
que produjo en el alma
la distancia,
sin que se notara
la desventura
en las palabras.
Eso fue todo,
se nos fue la vida
no valió la coraza,
adentro el mundo
estaba roto
caído en mil pedazos,
fuimos paredes de una guerra
que se desmoronaban,
nos cayeron las bombas
en la frente,
y nos llovió el fuego
en la pisada
Nos fuimos
despidiendo
lentamente
llorando
cada silencio,
muriendo sin saberlo
con heridas calladas
que ninguna curaba.
Éramos poco
o casi nada,
los ídolos
caídos en el barro
de la desgracia muda,
emperadores sin pies
caminando en las brasas
dejando nuestra sangre
en el fracaso de la nada
en la infranqueable
distancia
de las almas.
Pataleamos, no obstante
sin rumbo y sin presente
sin recoger
-como el agua del piso-
pedazos ni palabras
nos habíamos despedido
lentamente
lo hicimos sin saberlo
en cada dolor
en cada madrugada
de olvido irreparable
pero eso no importaba,
sabíamos que estábamos
ligadas por la sangre
por cada palpitar
de vida
en las entrañas
Éramos una sola pena
que se lleva en la frente
un idéntico marco
definiendo los rostros
un solo gesto
en la inflexible mirada
y sobre el mismo pecho
de la muerte
abandonadas quedaron
junto a todos los sueños
nuestras manos cruzadas.


Thursday, March 28, 2019

Viva Roma




Viva Roma

Escribo esto por María Luisa, la joven que nos enseñó a cantar rancheras que ella oía diariamente en la Radio Metropolitana de la capital colombiana, por los "laureles tan verdes..." y los corridos clásicos de Juan Charrasqueado y Gabino Barrera, los huapangos y, por supuesto Adelita que pudo haberse ido con otro y debía terminar llorando si acaso el hombre que la amaba moría en la guerra, como él mismo se lo pidió. Aquel que la iba a seguir por tierra y por mar si es que acaso lo dejaba por otro.
¡Ay María Luisa, cómo te quisimos! Escribo esto por ella y por su hijo Carlitos sin padre, un niño mustio que murió al nacer y que la hizo abandonarnos provocándonos una enorme tristeza que casi no superamos, por su copete y su trenza negra, brillante y perfecta y por su boca roja y sonriente como ninguna otra, por su voz franca y recia, y sus afeites los domingos cuando iba a encontrarse con su amor.
Por Lilia, la muchacha alta y morena que nos cuidó cuando vivíamos en el paraíso terrenal, al lado de la laguna, aquella que no podía alcanzar el escalón del bus municipal que la llevaba a donde su familia también los domingos. Esto le pasaba por lo estrecho de su falda moderna y apretada que usaba en esas fechas para lucir bella frente a ellos o talvez frente al hombre que la enamoraba.

Por Alejandrina Murillo de lindo cuerpo delgado y flexible que nos habló a mi hermano y a mí de su tierra natal, el Chocó y nos enseñó mucho con sus evocaciones acerca de la alegría y la tristeza de su gente esclavizada años atrás y conminada a vivir en la pobreza de la modernidad que nunca llegó y aún no llega a su territorio.

Por Carlina, viejecita que nos enseñaba valentía sosteniendo la nevera que se volcaba amenazando nuestra pequeña humanidad y la de ella durante el terremoto que mecía los edificios y sacaba el agua de los tanques que estaban sobre ellos. Por su pañolón y su falda larga, por todos los cuentos que nos narraron a través de la infancia y que nos hicieron felices, mostrándonos lenguajes y paisajes ignorados. Por su invaluable compañía cuando la madre viuda tenía que trabajar y nos sentíamos perdidos en nuestra propia casa.
Por su trabajo pesado y variado, por el mundo de fantasía que creaban para distraernos y hacernos reír, porque fueron maestras fundamentales en nuestra educación y nos enseñaron la curiosidad por panoramas desconocidos que ellas amaban y que a pesar de eso tuvieron que abandonar, por esos pueblos donde nacieron, de los que conservaban vivos los recuerdos, sitios que para nosotros eran fantásticos y remotos. Por los vívidos recuerdos de ellas trasplantados directamente a nuestros corazones infantiles, por todo eso y por mucho más; benditas sean las señoras del servicio doméstico en cualquier lugar del mundo.


Sunday, March 03, 2019

Voy a contarle a Dios


Frase de un niño poco antes de morir 
tras sufrir los horrores de la guerra

Llegarán en multitudes 
los niños 
para contarle a dios 
que los quemaron 
vivos
que mataron sus padres
y sus ríos 
en atardeceres 
de fuego real 
y en despertares asesinos, 
que el aliento candente 
se llevó las paredes 
de su casa 
en una bocanada 
interminable 
que penetró los vientos 
y multiplicó los gritos 
más allá de la noche 
que quedó al descubierto 

II


Llegarán

llegaremos
Para contale a dios
que nosotros los niños
tuvimos que huir 
entre los muertos
dando saltos muy grandes
con las piernas pequeñas
para no tropezar
con otros niños 
para no salpicarlos
con otra sangre ajena
con otra sangre grande
que la propia era tibia
y abundante.

III


Tú sabes si lo sabes 

que 
algunas veces 
no nos fue suficiente
la fuerza de los pasos
y terminamos pisándolos
o tendidos con ellos
con la cara en la suya
cara mustia
manchada con la sangre
con la cara de
frente a la
impertérrita mueca
inexplicable
de la vida sucia 
de la guerra
inútil
de la muerte muerte
inexpugnable

IV


Tú sabes dios 
que en nuestra 
casa grande
no quisimos
morir ni verlos muertos
que llegaron los hombres
con sus armas
que llegaron las bombas 
que llegaron los tanques
y que llegó
la noche inevitable.

La Fiesta de la Friducha

Aniversario

 Un día, otro de tantos, fue una fuga audaz... Cincuenta y dos años no son nada, es posible que sean una vida que se reproduce en cuatro, oc...