Sunday, March 21, 2021

Orates Frates 'Hermanos locos"


¡Orate frates! 

¡Orad hermanos!
¡Orates frates!

¡Hermanos locos!
Orad que la muerte es una ficción, la vida siempre está ahí transformándose, me decía levantando los brazos en actitud de oración mientras clavaba sus pupilas subversivas en mi pobre humanidad atravesada de miedo, 
–¿ya leíste a Nietcheze? y ¿qué me dices del XVIII de Brumario y la Comuna de París? 
¡Contesta!, no te quedes ahí como si te hablara en chino, entonces pasaba de la agresividad a la ternura de sus impenetrables ojos verdes que se llenaban de gotas cristalinas, llanto colorido que recorría mi columna de compasión enamorada. 
Era la época en que Nemo, leía al mismo tiempo a Freud, a Marx y a Gonzalo Arango bajo el influjo de varios cachos de marihuana, la misma época cuando se convertía en avión y se iba para el aeropuerto de El Dorado, a carretear. Se metía en la pista y comenzaba a prender sus motores... rrrrrrr rrrrrrrrrrrr rrrrrrrrrrrrrrrrr, cada vez un rrrrrrrrrrrrr más largo, pero cuando ya iba a despegar, lo arrestaba la policía y despertaba helado en un calabozo, sin medias y sin suéter, fracasado, con el cuerpo amoratado y sucio, solamente su larga cola de chino camuflado le daba una línea de calor sobre la espalda. Para ese entonces había superado las primeras tendencias suicidas porque le parecía muy burdo dejar la sala salpicada con el peso de sus pensamientos hechos sangre y masa encefálica maloliente. 
Desistió del intento para no poner a nadie en ese trabajo sucio. Ahora, después de 35 años en los Estados Unidos, donde había venido a padecer lo que él llamaba el karma americano tras abandonar sus carreras de derecho y psicología, se había convertido en químico y antropólogo graduado de la universidad de Budwiser, 68 latas a las cinco de la tarde del sábado, sacaban a flote sus más sofisticados recursos ideológicos, escribía manifiestos antipoéticos pidiendo la muerte de un vate antes que siguieran talando árboles para imprimir tanta mierda, se convertía en el discjockey de su amigo muerto por culpa de un tornado que se lo llevó en Missouri, mientras dilucidaba el alfabeto chino. Estaba obsesionado con los movimientos de las sinfonías de Mahler, o recibía la visita de su suegro igualmente muerto en semanas anteriores, que le exigía, nuevas melodías. 
¡Oh Behemot, tu sed puede secar el río Jordán!
sigue bebiendo sin parar,
–¿no has leído la Biblia maldito pagano? 
El 15 de septiembre o el 14 de febrero. (?) Día de los chocolates.
 Se dice que es el día del amor, no el día de poesía en que te conocí y que para mí es el día que abro los ojos y te recuerdo, 8 de octubre, 4 de abril, 6 de febrero, ocho años sin final, el día en que te miro y te imagino desnuda, aplastando tus senos que me devoro a besos, sin respiración por el peso de mi lujuria que se hunde en tus profundidades abismales, que te busca desde el primer baile en la oscuridad del salón, mientras te deslizas suavemente al lado de las muñecas olorosas y doradas, decoradas como para una vitrina de joyería de pueblo, encontramos afinidades, yo era hombre y tú, una diosa. 
Te llevo contra la pared y forcejeas, pero sigues adherida a la fuerza de mi sexo que emite una onda que se te pega a la piel en inexplicable complicidad. Esa noche me inspiré y me fumé toda la marihuana de la semana, no recuerdo quien pagó las consecuencias, pero alguien debió hacerlo. Los gemidos se escapaban por las ventanas y orgasmo tras orgasmo, yo me envalentonaba y quería amanecer entre los gritos y las humedades telúricas de tu arrebato, del arrebato de otra, del de muchas, o de ninguna... todo es así, lo vives o lo sueñas y después no sabes qué pasó. 
Soy un nigromante, los muertos me persiguen, me buscan en su peregrinar interminable, me asedian en su bobalicona pasividad de inútiles, llegan durante los ardientes días del verano y en la tibieza del otoño descolorido de la ciudad tropicogringa donde habito, se presentan con las melodías del desempleo que padezco durante dos años, me incitan con su muerte dibujada en los gestos, algunas veces los escucho tratando de idear la mejor forma de terminar con la farsa del sueño americano, me río y ellos me imitan, trato de espantarlos y se burlan de mí, me ofrecen alternativas de calavera, huesudos consejos de muerto desactualizado, no les creo, por ahí anda Madame Curie, con su química y su anemia, ella no conoce la autopista. 
Creo que lo mejor es un muro de cemento a ochenta millas por hora, por la carretera, ochenta millas son más de cien kilómetros, tú no alcanzas ni a figurártelos, tu velocidad era lenta y aunque fueras un genio, no puedes sospechar ni por un instante que esto no es una mala idea, pero si el carro se levanta, me pregunto, uno no es tan preciso y puede volar hasta el otro lado como el que en la carretera I95, se le clavó al carrotanque de gasolina y formó un infiernillo donde se cocinaron los justos que iban puntuales a su cita de trabajo. 
Decidí que no era una buena idea, también abandoné a Madame Curie en medio de un camino comunal. Seguiré pensando sin consejos… y la soga, incómoda, larga y pesada con lengua amoratada y suelta en su grotesca inmovilidad (?) 
Que me quemen en la hoguera con el fuego de los sexos voladores. Que barran mis cenizas que lo hagan con aquellas escobas con las que nacieron las brujas, las de la belladona en la punta del mango clavadas en su vagina, para volar en tierra, alucinando nubes y chimeneas, mirando el mundo desde la luna, en monólogos fabulosos y diálogos etéreos de penes que las persiguen por los rojizos dombos de la perversión. 
¡Viva el aquelarre! 
¡Viva yo para morir contigo, diosa mujer que me envenena! 
Grandiosa diosa, nena, sube a morir conmigo, con el poema escrito en la escalera de la universidad, dame tu mano de uñas arregladas a fuerza de la piedra, guagüaita, ladra, lame mis pies, mis piernas y mi sexo hasta que estalle en puntos estelares, polvo de estrellas, ‘polvo enamorado’ y te enceguezcan mis manjares, bate tu colita que yo me adormezco en tus aromas, niña buena, no te asustes con tus pensamientos, vuélvete mala que las niñas malas son las más buenas… 
Quería saber por quién doblan las esquinas sin saber que, como las campanas, también doblaban por mí. No fue la pólvora ni la soga, ni la velocidad... el hígado suicida jugó su juego sucio de hiel, se agotó de tanto rearmarse cuando me habías enseñado otras perspectivas. Entré en la era de los tubos y las medicinas, las que adormecen un problema y crean otro, entré en el horario para el envenenamiento en cuotas, con un órgano joven que me hizo amar el café de Jamaica y me entusiasmó con Mickey Mouse, ese que me devolvió una alegría descartada por años de elucubraciones. 
Durante meses, ascendí altas cumbres, las nubes se metieron en mi cerebro andariego y el nuevo plan era en miniatura, ciudades voladoras y barcos sin ruta de regreso, armar un nuevo mundo que se aplastara con una sola y errática pisada. 
Se acabó el tiempo de alucinaciones o tal vez comenzó de nuevo, se espantan tus ojos y tocas mi cara con amor, allá en la distancia tienes tu mano sobre mi corazón que se aleja y no regresa, no puedo mirarte, pero te siento, ninfa niña, piel, durazno camueso con ojos asombrados, siento tu presencia en mi muerte lenta, mientras me hundo en el remolino de un río turbio sin brazadas posibles, tus lágrimas humedecen la partida. Ya no hay palabra ni clave que nos una, ni hermanos ni madre, ni hijo, ni amistades. 
No soy, fui una ráfaga, una llama rebelde que se apagó en el viento y que repitió tu nombre a la hora de zarpar. 
¡Finalmente estoy muerto! 
y... 
¡sigo vivo! 
Soy Nemo, Klaus Behemoth, el dios de los placeres del ombligo, soy Nelson y te miro. La eternidad es una biblioteca circular flotante, es el todo en medio de la nada. Rodeada noche de notas musicales, de movimientos, de scherzos de prestos, de sonatas y minuetos, de sinfonías, de adagios, de andantes, de allegros... de luz, 
¡la eternidad soy yo! 
y la sombra que ya no me deja verte más. 
Midaz

Thursday, March 04, 2021

Cuentecitos

Sin petición de mano


Cuando Jorge decidió proponerle matrimonio a Miryam, se dio cuenta que ya no quedaba un solo libro en sus anaqueles, él la quería tanto que para complacerla, a diario le prestaba uno que ella sin falta le pedía, entonces, ese día, sin libros, comprendió que ella no volvería.



Despedida


Aquí tengo tu guitarra 

porque la maldita muerte 

no permitió que la 

llevaras a cuestas

Sus cuerdas 

aguardaban 

tu mano diestra, 

pero llegó a cambio 

una siniestra.


Minero 

Con el dinero que intentaba ganar ese día, completaría la suma para comprar el anillo que le daría a Julia. Después de la explosión, solo apareció una lista de nombres en los diarios...



Los ojos de Anabella.

Desde que se cruzó con ella, Juan comenzó a arder por dentro, las llamas de su entraña amenazaban con consumirlo, él bebía agua para apaciguarlas sin lograr mejoría. Mientras se dirigía al trabajo el enardecimiento era insoportable, entonces contemplaba las enormes jardineras con flores que adornaban el borde de los andenes de la ciudad y la frescura de los pétalos se le metía por la respiración aliviando un poco sus furores, no podía en cambio, mirar aquellos tallos marchitos porque se avivaba la hoguera en su interior que no lo dejaba vivir, era muy difícil transitar por la calle con esta sensación. Tornó entonces su mirada hacia las copas de los árboles que allá arriba podían respirar y batirse al viento. 

-Esa es la salida, se dijo- 

Subió corriendo los diez pisos del edificio y llegó agotado a la terraza desde donde se contemplaba entera la ciudad, tomó aire y ensanchó su pecho con los brazos abiertos como alas, entonces allá a lo lejos vio los ojos de ella y por fin pudo frenar el incendio que lo quemaba con esa nueva sensación de libertad que solo duró los breves segundos de la caída.

La Fiesta de la Friducha

Aniversario

 Un día, otro de tantos, fue una fuga audaz... Cincuenta y dos años no son nada, es posible que sean una vida que se reproduce en cuatro, oc...