Thursday, May 21, 2020

Llanto póstumo

Yo solo quiero
llorar sin tregua
sin tiempo ni peso
que me doble y
que quiebre
la línea que sostiene
la espalda,
solo quiero
liberar esas aguas
deshacer la tristeza
que inunda irrefrenable
mis entrañas,
desvanecer
en lágrimas
este peso del alma
como cuando
lavábamos la casa
levantar muebles,
y cortinas,
limpiar el polvo
que se aposta
en armarios
y ventanas,
que relumbren espejos
que circulen
los aires perfumados
de cera
por la sala,
que se acurruquen
arrullos de palomas
al borde de mi cama,
que los recados
que traen entre las patas
descansen en mi casa
que todas las canciones
de amor encuentren
aposento
en el hueco imperfecto
de mi almohada.
Quiero volver a oír
tonadas de violín
cuentos de nana
vocecitas de hadas,
infantiles nostalgias
poemas de la madre
historias de fantasmas,
pero solo me queda
la memoria cansada
voces que se diluyen
en medio de la nada.
No regresan hermano
tus manos que
inventan despedidas
dibujando
caricias en mi cara
ni vuelven nuestras risas
de los juegos de niños
corriendo perseguidos
sin tregua,
circulando el aljibe
ese pozo de dicha
donde hacíamos
competencia
de sapos y de ranas
en medio del solar enorme
que nos sirvió
de campo de batalla,
el agua del vallado
que limitaba el mundo
de la infancia
con su muro
de fina cañabrava.
No te encuentro
en los campos amarillos
del vivo impresionismo
desbordado
donde se extendían millones
de espigas afiladas
que abrían sus
caminos con el viento
y al paso
de los niños que jugaban
a ocultarse en sus ramas.
Ya no hay nada
ni el ruido de la radio
en el patio empedrado,
no encuentro
aunque la busque
las mágicas palabras
de un ayer sin futuro
que nadie cuestionaba,
no está en ninguna parte
el mundo que se estanca
en medio de los miedos
de los cuentos
que contaba sentada
entre nosotros
la abuela emocionada
y nosotros los niños a su lado
temblando como hojitas
en el viento
con corazón y manos apretadas
en las noches de campo
con velas que se apagan
con ojos bien abiertos
y oídos al acecho
que atentos escuchaban.
¿te acuerdas
del hombre de la capa
y la señora muerte
que lo aguarda disfrazada
debajo del farol
que a su paso se apaga
y que luego se prende
cuando cruza la plaza
descubriendo su cara?
¿La misteriosa
cosa de una pata
que furiosa
en el campo
veloz
se desplazaba
y la llorona loca
mujer y diosa
sobre puentes azules
en busca de sus hijos,
que a gritos reclamaba
encima de los ríos
que en sus caudales fieros
los llevaban
prisioneros sin voz,
hacia el oscuro
lecho de sus aguas?
Espero algo hermano
que me apague
la llama de este dolor
que a fuerza me desgarra
la seña de unos ojos
que devuelvan
mi vida
sin prisas ni distancias
o que arranque cimientos,
que reviente los diques
y me inunde
que me ahogue
la pena y venza
las últimas imágenes
terribles que me aplastan,
pero pasan las horas
y los días
y las noches amargas,
las semanas sin nombre
las palabras vacías
los recuerdos que hieren,
y la distancia cruel
de las mañanas
cuando voy
de visita hasta tu cama
los azulados
montes a lo lejos
y el abismo
a mis pies que me reclama
cantos sin música o sentido
que se roban la calma.
Se me escapa la vida
en las heridas
y yo aguardo
sumida en la tristeza
el retorno de cada despertar
que me distraiga
pero ves que no llega
el tiempo mágico
que mitigue y alivie,
sino que pasan
lentas las jornadas,
que sigue tocando
a nuestras puertas
la misma
noche de la noche
y que no pasa nada.
Midaz

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