Monday, November 19, 2007

Niña

NIÑA



I

Estoy perdida, la gente me mira por las calles ¿es esta mi ciudad, hacia dónde camino?. No me encuentro, las calles no me reconocen, no me dicen nada. Detienen mi marcha, me reclaman, exigen respuestas que no tengo, desconozco la forma de dar explicaciones, mi voz surge extraña, los adultos me miran a los ojos. No sé doblar la cabeza, la levanto, ellos están arriba. Sigo por la ciudad perezosa con sus calles de piedra frías, las esquinas me cuentan los crímenes que presenciaron, el cemento ya no guarda la huella de la sangre. los ojos de las puertas repintadas de verde envejecido me miran ciegos en la noche del regreso. Te miro diminuta y me atiborras de rápidas imágenes. Me conmociono en medio de la plaza, frente al lugar de la fotografía de los diez años...

Seguías vivo ahí cuando toqué la plaza, estabas entre el fuego en mi mirada, ¡cuántos años de gritos que no callan!, el tiempo no era nada, tu voz estaba intacta, bajo la nueva construcción, disimulada.

Niña sin fuerzas, te has deteriorado conmigo. Tu rostro luce ajado y tus fachadas se revientan en burbújas sin tiempo, sal en la herida del recuerdo.
-Señor, tal vez usted pueda acompañarme. Tómeme de la mano y protéjame con su presencia-. Avanzo presurosa y no logro encontrarme, temo preguntarle a otros, el hombre sigue a mi lado, respirándome tibio en la garganta. no sé quién es, pero no le temo. El trata de hacerme daño. Otros tratan de hacerme daño, no obstante busco su amparo él se ríe en mi cara.

II

Mi madre me lleva al manicomio, es su forma de librarse de mí, de no quererme, me abandona entre las monjas que reclaman pedazos de mi piel entre sus uñas, me miran burlonas y me castigan de rodillas con los brazos levantados en un tiempo que camina con pasos de anciano enfermo. Pienso en quién puede ayudarme y nadie acude a mis pensamientos.. Tengo miedo, ya no canto la canción de vender mis ojos negros. La laguna está seca y puedo adentrarme más que de costumbre.
Un ruido de gallinero se detiene en mis oídos y mis cabellos están llenos de estiércol. Me duelen los golpes de los brazos y las piernas, mi rostro está inflamado.


III


He recorrido las casas de mis amigas con los ojos inyectados, he deshecho el periplo de la mañana. Volví a la casa pobre de Martha donde me dieron sopa y compartí la felicidad sin mesa, ellos me miran asustados y en sus rostros adivino que no podrán ayudarme. No sé lo que me espera, todos huyen de mi, quiero correr sin descanso, pero no puedo, me faltan las fuerzas y caigo en un desmayo que dura una eternidad.






IV

Los hombres me colocan en la sala, en medio de sus otras mujeres. Por debajo de la mesa, posan su mano en mi rodilla. Yo los veo hacer lo mismo con las demás, ellas ignoran cada una, lo que yo sé de memoria. Clara viaja a otro país para afianzar lo que ha conseguido por escrito y se hastía pronto por que descubre lo que había olvidado de la anterior aventura; que todos son iguales, que mienten como ella y es dificil juntar dos mentiras, es como construír un castillo de naipes frente a un ventilador. (Te esforzaste exageradamente en que no te quisiera y asi lo hice. Hoy regresas como si se pudieran reconstruír los sueños...)

V



Empiezo a escalar la misma cima desde donde te miro tal como eres. Acaricias el cabello de tres mujeres que te aguardan y te ciudas que ninguna se entere de la otra. Conozco la dirección de tu mirada y de tu pensamiento. Nunca serás el que me engañe... los sueños son incoherentes y distorsionados, simbólicas escenas cinematográficas que cuentan historias que se deben interpretar y que pertenecen a quien las interpreta. Aprietas mi cuello casi cariñosamente. Sé que terminarás matándome, he soñado tu mano ensangrentada, lentamente voy dejando de respirar y me abandono pesada en el asfalto...

VI

Te regalo mi muerte Artemidoro
te regalo mi muerte
y te niego el placer
de ejecutarme.
Me descerrajo un tiro
en medio de los ojos.
Me lanzo al mar inmenso,
me corto las venas
me perforo el pecho
con una lanza
o con una espada
me hago el harakiri
y te niego, traidor,
el placer de ejecutarme.
Andarás por el mundo remordido,
rabioso perro
pues te negué el placer de asesinarme.



VII

Niña frágil, temerosa en medio del corredor oscuro, la sombra te lame y el aire te abandona, la muerte coquetea entre tu carne. Tus párpados, piezas de metal pesado se niegan a moverse. La sombra se escapa con las horas y la mañana agresiva con sus rayos, descubre tus miserias y te muestra con asco ante el espejo que te enrostra recuerdos dolorosos, ensañándose en detalles. Debemos seguir la marcha con el corazón golpeando en la espalda. Nadie quiere comprar mis ojos negros y ellos me siguen pagando mal.

La Fiesta de la Friducha

Aniversario

 Un día, otro de tantos, fue una fuga audaz... Cincuenta y dos años no son nada, es posible que sean una vida que se reproduce en cuatro, oc...