Thursday, September 26, 2024

Ayotzinapa 10 años

                  Iguala: ya volverán
                  Ayotzinapa: río de calabacines 
                  y tortugas

El crimen

Aprendimos a pronunciar 

tu nombre 

Ayotzinapa

 y ya no era en náhuatl. 

Te cambiaron el nombre 

Ayotzinapa, 

hoy eres región de noche herida 

coagulada de espanto,

horrorizada,

aprendimos con miedo 

Ayotzinapa 

a deletrear la pena de tus campos 

que guardan el recuerdo de aquel

sueño 

fresco surco de nueva madrugada. 

Hoy te cubre la pena y la ceniza, 

indeleble dolor música helada

muda entre la orfandad de los cultivos

de la alegre y osada muchachada,

el llanto de las madres que los buscan 

entre el rastro del fuego y la metralla

el presagio de muerte que se extiende

en mentira por todos solapada

palabras que se tiran al desgaire

en oscuras promesas disfrazadas.

Aprendimos de Iguala y de Guerrero 

de esa tierra sin ojos ni palabras 

plagada de mil tumbas 

desangrada. 

Aprendimos vergüenza entre tu nombre, 

dolor en tus montañas horadadas 

a la hora fatal de los muchachos, 

entre el fuego y la sangre derramada, 

cuando nadie de allá los escuchaba, 

cuando el grito de muerte que emitieron 

en música macabra se acallaba 

y el coro con cuarenta y tres puñales 

se esparcía en el aire con sus filos

en la noche y la helada madrugada 

clamando tristes sin ninguna

ayuda mientras se desgranaba 

una a una la injusticia 

en las cuarenta y tres

vidas que segaban, 

cuando el mundo dormía y descansaba,  

y el gobernante que dictó la orden 

embriagado de gozo entre los bailes, 

con manos asesinas negociaba

las monedas del crimen 

que saldaba, 

aquella noche se inundó de sangre

y un nuevo párpado de luna se cerraba.

Hoy seremos tu grito 

Ayotzinapa, 

seremos el perfil de aquellos rostros 

que en la infamia las bestias desollaban 

seremos el recuerdo, nombre vivo 

de los cantos a fuerza silenciados.

Te cambiaron el cauce Ayotzinapa 

el río de tortugas se ha quebrado, 

se enturbiaron sus aguas con el llanto

de las vidas que fueron mancilladas.

Los calabacines se pudren, en

el huerto

sin las manos que ayer los cultivaban.

Hoy seremos tu voz 

Ayotzinapa 

el grito de justicia en la garganta 

porque en Iguala crecerá otro nombre 

y mil nombres más que con voces destacadas

renacerán  provocando amaneceres

en un

¡YA VOLVERÁN! 

que multiplique 

en la vida de miles de estudiantes 

que levanten sus puños en el aire

cantándole a la vida 

enfrentando valientes la barbarie,

resucitando en frutos y cosechas 

que broten y que enseñen 

la lección aprendida

que todos sepan, que se enteren

que no podrán otra vez callar impunes 

las voces que resuenan 

y crecen en todos los oídos

no podrán que se olvide la ignominia

con mentiras con fuego ni con balas.

Tuesday, September 10, 2024

Darién


Darién


No había migas de pan 

que seguir 

como en el cuento 

infantil

solo huellas borradas,

que imaginan los niños

siguiendo tras la ruta 

en un juego que 

promete otra vida 

después de la jornada. 

De repente 

su risa no es su risa 

y el juego no es un juego.  

Cruzan mares rabiosos 

y ríos que 

intempestivamente 

crecen llevándose 

la calma.

Los barquitos de vela 

que llenaron la infancia 

origamis celestes

que enseñara la madre

con dobleces perfectos 

naufragan silenciosos

y los ojos se espantan 

mientras desaparecen

junto a sueños ajenos

con muecas 

que se tallan inertes en los

entristecidos rostros 

que les deja la muerte.

Suenan cantos de aves 

agresivas

dicen que se alimentan 

del corazón de niños asustados 

dejando en su reemplazo 

un agujero enorme 

ensangrentado.  


La selva 

otrora inexpugnable 

ahora es una senda 

que estrangula su aire,

no es una aventura 

el verde se derrama 

sobre los cuerpos yertos 

y los minúsculos pasos

no alcanzan para huir 

de aquel desastre.  

Sienten que 

ya no son niños 

algo falla en el alma 

y un vacío de ausencia 

se aposenta muy dentro 

de su entraña.  


Dos


Dicen 

que ya no crece hierba 

en ese breve espacio señalado 

que se marca 

como un hilo siniestro

con la sal del sudor 

que a su agotado paso 

forjaron las historias 

de caminantes muertos, 

en el profundo vientre 

del humus y las piedras. 

Los niños huyen

desplazados de guerras 

y angustia inenarrable

con los ojos cerrados 

no alcanzan al asombro. 

La ruta va empinada 

y en descenso, 

ellos sienten 

que irá  más allá 

del desfallecimiento

de sus piernas cansadas. 

Quién sabe qué sonidos, 

qué voces, 

qué gritos enterrados 

aguardan en la sombra 

de aquel ‘jardín de barro’ 

y miedo agazapado, 

desfiladero inmenso 

de lamentos de ríos,

de barcos naufragados, 

selva espesa que atrapa

con lluvia enfurecida 

y sonidos 

de noche desplomada. 

Todo es incierto 

camino y sueño 

no saben los viajeros 

qué otro llanto 

aguarda 

en las oscuras fauces 

de bestias desbocadas 

entre montañas 

que quiebran sus tapices 

cayendo inexorables 

en el repetido grito

que ha abarcado

el abismo

insondable de la nada. 

Cada uno ha dejado 

su huella de tristeza 

ha abierto sin saberlo

ese claro en la selva 

de oscuridad transitada. 

Otros vienen detrás 

del espejismo 

algunos mueren 

de pronto, 

se los traga el olvido 

o se extravían 

en manos que trafican

con el miedo

cotizándolo en oro 

y malos cuentos de hadas 

–sin fieras al acecho, 

les prometen.

Los niños por su parte 

han aprendido

que dado el primer paso 

circulan entre ellas, 

les han visto la cara 

les vieron sus colmillos 

venenosos, 

la criminal ponzoña 

se ha clavado 

en su pequeño cuerpo, 

pero avanzan, 

continúan el trayecto 

y a su paso 

ya sienten que han perdido 

en un vacío inmenso 

irremediable 

aquel espacio íntimo

donde antes

su infantil corazón 

les palpitaba.


Sunday, September 01, 2024

El hijo

 Las moscas invadieron el espacio con zumbido desesperado, brillaba verde y azulado el abdomen en el circular periplo de sus alas frente al rayo de luz que a través de la puerta se colaba. 

Los perros irrumpieron en la sala atraídos por el olor de muerte que invadía la casa, las señoras curiosas que llegaron atraídas por el movimiento observado un día antes, discretamente tapaban su nariz fingiendo un llanto que no lograba aparecer. 

Reposaban contra la pared de la salita unas improvisadas bancas que alguien ofreció para la ocasión si es que acaso llegaban los dolientes.

El ataúd colocado en medio del recinto había comenzado a gotear y a formar charcos a su alrededor intensificando el horror de los casuales asistentes que, con disimulo al comienzo y luego abiertamente comenzaron a abandonar la estancia. 

En viejos tiempos, ahí hubo una tienda típica de pueblo con cuyo producto los dueños educaron a sus hijos que se convirtieron en exitosos universitarios que a través del país y del extranjero ejercieron sus profesiones. 

Era una tienda pequeña con una báscula, un mostrador de madera gruesa de color café oscuro pintada muchas veces se veía gastado por el tiempo y la tristeza tenía atravesada una barra, como un pasamanos seguramente para proteger el amarillento vidrio.  De eso no quedaba nada sino el recuerdo comido por los años en raídos retazos de un par de viejos que, entre sus ruanas y en voz baja, hicieron mención del hecho.  

El hombre que yacía deshaciéndose entre sus propias aguas trabajó duramente toda su vida, en la práctica de su profesión bien aprendida; procreó varios hijos y no tuvo la dicha de volver a verlos al final de su vida porque uno de ellos se encargó de aislarlo, reteniendo todo su dinero y condenándolo a una muerte atroz sin ninguna compañía, excepto la de una mujer que lo golpeaba y no lo alimentaba. Dicen que le concedía la mitad de un huevo que, aparentemente compartía con él.  

El hijo, con triquiñuelas se ingenió la forma de hacerlo firmar muchos papeles para que no pudiera tener acceso a sus bienes –que no eran pocos — son que pudiera repartirlos equitativamente entre todos sus herederos. Se negó a embalsamar el cuerpo porque eso tenía un costo que no estaba dispuesto a pagar, así el dinero no le perteneciera a él sino al fallecido. 

El hombre no tuvo dolientes cercanos porque su familia no se enteró de su deceso hasta varios días después cuando era imposible despedirse o participar en alguna ceremonia.  No hubo música ni arpa, no hubo rezos ni sentido llanto. Murió donde nació y siguió la polvorienta ruta de sus antepasados hacia el olvido atroz.  

No está claro cómo ni quiénes compasivamente transportaron el ataúd hasta el cementerio del pueblo, lo que sí se sabe es que un séquito de niños campesinos corrió detrás de aquellas personas por mera curiosidad porque decían que ahí llevaban un dentista y ellos se imaginaban que algo diferente iba a suceder con el cuerpo de alguien que en vida les hubiera costado visitar y que en cambio así, encerrado entre un cajón no representaba ningún peligro porque seguramente no portaba en su mano una jeringa metálica con una gran aguja buscando a quien chuzar y dejarle hinchadas la mejillas.

Sin ceremonias ni responsos, sin familiares y sin flores ni pompas terminó tirado con afanes un hombre generoso a quien los sepultureros fieles a su oficio cubrieron de tierra rápidamente.  Muy lejos de allí una niña lo evoca en su orfandad.  

Olvido

 Son muertos vivos 

se los tragó el olvido 

en el hocico sucio 

profundo 

del abismo que 

se engulló los sueños, 

los espacios, los pasos, 

las palabras  

se tragó las imágenes 

dejando solo pausas y vacíos 

de pensamiento, 

arrasó parpadeos 

y luz. 

Encegueció 

en la sombra 

y no permitió 

sino unas breves notas 

que de repente llegaron 

y tocaron 

sus almas desoladas, 

una música viva 

que penetró muy hondo, 

iluminó los ojos que

humedeció al instante, 

pero no dijo nada.

Era la antesala, 

ineludible

una primera cita 

con la muerte, 

que ya había penetrado 

muy adentro 

ellos no le temían 

pues eran solo olvido 

sin pensamiento 

ni sensaciones, 

el cuerpo 

seguía andando 

en su camino 

hacia ella, 

esa enemiga perpetua 

posó su mano turbia 

en la de ellos 

iniciando 

su aproximación 

letal, 

quemando la

alegría, 

transformando 

dolor y pasión, 

extraviándoles 

por los laberintos 

de la nueva vieja vida 

de marionetas 

inermes 

que caminan.  

La Fiesta de la Friducha

Frases

 Un fantasma recorre el mundo, se acrecientan los miedos milenarios, los tics nerviosos se aceleran, toc toc toc toc... y el fantasma soy yo...