Friday, April 16, 2010

Sentencia

Nos preparábamos
para el acontecimiento
como para un velorio
y manteníamos el alma lisa,
aguardando la orden final.
Ahora le había tomado
un inmenso amor al alma,
desde cuando me enteré
que la desprestigiaron
los románticos,
me gustaba acariciarla
y adornarle el cuello
con corazones rojos
y seguir gastándola
utilizándola en lo bueno
y en lo malo,
conceptos que nadie
podía definir
porque para todos
eran diferentes.
Tan sólo criterios
estropeados por el uso,
todo se daña con el uso
y las palabras,
aunque broten distinto
en cada garganta
no son la excepción.
Me siguen gustando
las cosas así
y pasar mis manos
que ruedan
acariciando el papel,
desteñidas por el uso,
mientras aguardo la orden.
Esa que dictará
un extraño banquero
con su traje oscuro
y su corbata escogida
para que coincida
con el color de lo demás,
o talvez no.
Ha debido ser
una noche de insomnio
como las anteriores
o de pesadillas
donde los personajes
de obras maestras
me torturen
poniéndome a flotar
en la soga de un columpio
descontrolado
que me romperá la cabeza
estrellándola
contra las paredes.
Pero no,
fue una noche, otra noche.
Cada día trae su afán,
decía la abuela
muerta hace muchos años,
cada noche es igual
pero diferente.
Comienza a colarse
por los resquicios
de las ventanas
desapareciendo los objetos
hasta que nos obliga
a encender una luz
o una luna
que nos enseñe
nuestras gastadas palabras,
nuestros gastados rostros
y nuestros gastados miedos
que circulan desaforados
entre los intestinos
y nos obligue a manifestar
nuestra gastada angustia.
No me prohíbas nada,
no me amarres
que odiaré los nudos
que me impongas
aunque los desate
rompiéndome
y ensangrentando
la yema de los dedos.
No pronuncies palabras mediocres
que me agredan en la soledad
y entre la multitud,
que me acorralen
más allá de la loca racionalidad.
Espero la orden
y el desalojo ha comenzado ya,
el desmoronamiento se produjo
en cada uno de los esfuerzos
de la respiración
que evité contener para no morir.
¡Habla!
No, mejor no lo hagas
que ya lo sé
desde antes de los siglos,
conozco tus palabras,
son las mismas,
provienen desde la fuerza
y el sonido
de las gargantas de piedra
que en su desgaste
las han dejado escapar
para quebrantarnos
y dejarnos heridos,
tendidos en el suelo
sin conocer la sentencia.

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