Andy, hoy cuando debías cumplir un año más de vida, hoy, la fecha de la inaplazable llamada para desearte felicidad; será una de las más tristes desde tu partida, la certeza de que ya no estará tu voz ni el tono cariñoso con el que pronunciabas el ‘tiíta’ agradecido. No estará tu ímpetu, tu fuerza ni tu sonrisa, la del adulto y su tenacidad sin tregua. La de los graciosos hoyuelos de las mejillas rojas de la infancia, presentes en la picardía y audacia de tus pilatunas y en la energía vibrante e ilimitada de tus juegos y tus maromas que nos proporcionó asombro y alegría contemplar. En mi historia y en mi pena eres todo eso y más; representas la vigencia de esos pactos del corazón que son secretos e indestructibles a pesar del tiempo, la distancia y de la ausencia, esos que nacen en el cariño de las noches de soledad, que sin saber acompañaste, llenando el vacío que crecía en mi corazón desterrado y brutalmente desarraigado de todas sus querencias. En ese abrazo sincero y amoroso que daba al niño adormilado, nació nuestra complicidad, cuya fuerza sentías entonces y que tu corazón nunca olvidó y te acompañó en todas las jornadas de tu vida intensa y sus avatares. No puedo decir feliz cumpleaños, pero agradezco haberte tenido como parte fundamental de mi vida y mi familia, agradezco el legado hermoso de tus hijos, los ojos tuyos que fulguran en cada uno de ellos y la fortaleza que les enseñaste. Estás ahí y a través de ellos te seguiremos queriendo sin romper el pacto de amor filial que ni siquiera la muerte nos puede arrebatar. Junio 22/25
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