Nacer entre montañas atrapa el alma, decía Manolo, aunque luego se habite lejos de ellas, allí cerca de las nubes sigue alojado el corazón rebelde, el que nació limpio y se contaminó; al chino Vladi le pasó y nos pasó a todos los que quisimos cambiar el mundo, los cerros se apoderaron de nuestra voluntad y hubo que, con dolor romper el yugo para avanzar, eso implicaba enfrentarse al mundo, abandonar a los hermanos y a la mamá, discutir a fondo con el papá que definitivamente era el que más estaba aferrado a esos cerros donde vio nacer a sus hijos, morir a su padre y a su madre y convertirse en piedra sus afectos. Todos lo ignoraban, pero eran presa de ese embrujo geográfico que primero los aprisionaba y si acaso lograban escapar, lo llevaban a cuestas y si para su infortunio regresaban, no los dejaba respirar con un apretamiento del pecho que se convertía en insoportable peso que dañaba su corazón y su juicio, por eso muchos se negaron a volver.
El chino Vladi escapó varias veces, pero terminó regresando. Una vez lo hizo con imágenes aterradoras que vio en una guerra de la cual quiso ser partícipe y que le llenó la cabeza de un horror que lo mantuvo al margen por el resto de su vida, entonces caminaba, hablaba y planeaba, pero no realizaba nada porque también permanecía con aquellas almas de piedra que lo circundaban siempre; todos ellos, los de ahora y los de entonces seguían inmersos en el marasmo de las rocas que los acorralaron durante siglos de minerales y silencio milenario. Era la maldición de los mayores que allí fueron maltratados y enterrados. Todos vivían ignorándola y negándose a verla, hasta que un día su aire cesó, la respiración lo abandonó y el chino Vladi se marchó, mientras en el recuerdo sigue la historia del juego infantil del Mago electrónico que descifraba entuertos y con su imán señalaba en la respuesta sus conclusiones, el juego de esa casa tenía una muy especial agregada a mano por quienes como Manolo querían a su inseparable compañero de aventuras, entonces a la pregunta sobre cómo era el amigo, el mago daba sus vueltas atraído por el imán y contestaba…
‘El chino Vladi es buena gente’
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