Tuesday, April 09, 2024

El último martini

 
Un cuervo había volado al otro lado de la plaza
El hombre tenía la muerte dibujada en el rostro y nadie lo notó, y aunque así hubiera sido, no existía ese alguien capaz de un movimiento, una seña o una voz para alertarlo, para protegerlo o para frenar lo que sucedería, porque la sentencia estaba dictada desde el mismo momento cuando fue engendrado 23 años atrás. Él la cargó consigo dentro del vientre materno y en cada uno de los pasos que dio en su breve vida. 
En esa noche del bar de luces mortecinas interrumpidas por azulados visos de neón; la sucia muerte le tenía una cita con otro hombre para que convergiera su siniestro sino; él también estaba sentenciado. 
Nadie supo cómo ni con qué cambio de aire o con cuál pretexto sus ojos se cruzaron y se lanzaron fuego, fue solo un instante que antecedió a los hechos, el criminal hablaba con alguien por su móvil y lo nombró, ninguno de los dos sabía que esa mueca que los incomodó en el otro, era su propia muerte dibujada que ya había sellado su destino.

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