Solo fuimos
el fuego del instante,
el rojo que se escapa
entre la prisa de la tarde,
luego fuimos oscuridad
la tinta china que cubría
como un crespón el aire
en el viejo dibujo
del tiempo
en la cóncava bóveda
de nuestro
pobre,
efímero,
humano
insignificante
espacio
inextricable.
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