Su última acción fue presionar el dedo índice hacia el pulgar cerrando los demás sobre el centro de la palma de la mano, había fijado los ojos en otros ojos que se acercaban, no fue un encuentro causal, lo venía buscando durante largos meses desde que el otro hombre osó posar su mirada en lo que él consideraba su propiedad. El día del encuentro los dos vestían largas túnicas de lino blanco, los dos llevaban hondas heridas en su alma y un rencor latente en el temblor de su respiración. Cada uno divisó al otro y se mimetizó entre la multitud que caminaba frente al mar, eran almas gemelas y lo ignoraban, desconocían el momento en que se conjugarían sus caminos, solo lo descubrieron cuando ambos, frente a frente oprimieron el gatillo y cayeron, uno al lado del otro con su manchado lino sobre la trazada línea del sendero en el pavimento al lado de la playa.
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