Wednesday, March 23, 2022

Amores

 Historias del colegio


Nos dijo que era de Chihuahua, llamaba a los tomates jitomates y nosotros, mi hermano y yo, le creímos, éramos muy niños y estábamos orgullosos de nuestro maestro mexicano. No era cierto y sin proponérmelo descubrí su mentira muchos años después. 

Yo, más que orgullosa de mi profesor me enamoré de él, pero claro era un hombre mayor para mí que sólo tenía once años. Por supuesto él jamás me trató como una mujer sino como la niña que era y eso entonces me ofendía, para mi cumpleaños me llevó una sorpresa con juguetes envuelta en papel de seda rosado y mi decepción fue enorme. Al siguiente año me regaló el libro Los de Abajo de Mariano Azuela y ahí sí me emocioné porque sentía que me iba considerando más madura. Después de una vida transcurrida, aún recuerdo su número telefónico y la dirección de su casa paterna.

Su novia de entonces se llamaba Amparo y tenía el cabello rojo que como una cascada caía sobre su espalda, era una muchacha mayor y muy linda, pero a mí me parecía antipática.

Sotillo nos llevó al teatro a mi hermano y a mí, nos presentó los  actores del momento y nos hizo conocer las grandes obras de esos años. Se unió a un grupo importante donde representó a  un Hamlet subido de peso y para eso, decía que debía ingerir sus alimentos y acostarse luego, consiguió su propósito y engordó un poco. Recuerdo que la línea de sus pantalones grises se tornó más curva y yo lo veía precioso.

De él aprendí la palabra aguerrida y la asumí como propia. El teatro se volvió su casa y a través del tiempo cuando ya no era mi profesor de biología de primero de bachillerato lo veía por la televisión como uno de los más cotizados actores.

A él le debo el amor por ese género que desde esa época se convirtió para mí en una pasión, en adelante no falté a un solo festival y en el cuarto año de bachillerato me hice actriz junto con mi hermano que resultó excelente en su interpretación. Nuestro experimento solo duró dos años.

Nunca volví a ver a Sotillo y la única vez que nos cruzamos, creo que no me reconoció porque no me saludó, en mi inseguridad infantil supuse que no lo hacía porque ya era muy famoso.

Ahora se lo muestro a mis hijos y a mis nietos como mi primer amor, pero,sobre todas las cosas como el hombre más íntegro que conocí siendo una niña. A pesar de su mentirilla.

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