Tuesday, July 07, 2020

Luto


¿Que por qué
abrigo mi corazón
y mi pena 
entre la ropa negra?
no lo sé, tal vez 
lo hago 
como me enseñaron 
mis mayores,
porque 
toda la vida lo hice igual
y aprendí 
a resguardarme así.
Cuando niña 
miraba a las señoras 
enderezar la vena 
de sus medias,
aquellas trampas
de seda
transparentes 
compradas 
de carrera
para 
la lóbrega ocasión,
recuerdo 
que blanqueaban 
hermosamente 
la línea de las
atrapadas piernas 
si es que acaso 
un punto travieso 
cruzara implacable
y sin freno posible
el aburrimiento 
de la noche
desde el pie hasta 
arriba del muslo 
en un solo y tortuoso 
camino 
que las preocupaba 
más que la situación 
y la incomodidad 
de los tiesos 
cojines de las 
sillas fúnebres.
Lucían para 
estas fechas
pesados 
abrigos y sacones,
plumas en el sombrero 
y velos con
alfileres quietos 
de cabezas de perla
que cubrían
a medias 
la malla
deslizada 
frenre a sus ojos  
tal vez para no
mirar del todo
esa oximorónica 
realidad  
abstracta y tangible
de un cajón adornado 
con incrustaciones
de nácar 
y contenido macabro,
con aroma de flores
vivas que 
parecen muertas, 
con resagos
de algodones 
y formaldehído.  
Murmuraban las viejas 
sotto voce 
cualidades 
defectos y amores
del personaje muerto
al paso
del irritado párpado
lloroso 
del doliente
y luego rezaban 
en el saloncito 
el sonsonete inútil
de la luz perpetua 
para ese
cuerpo inerte 
que lívido y tranquilo 
presidía el momento 
de su despedida,
reposando oloroso
y maquillado 
su postrer 
e inalienable 
soliloquio 
de cirios y de andas 
de llanto y de palabras
que a fin de cuentas
le valen un pepino
como las ropas negras, 
pero yo continúo 
impertérrita
sin respuestas
abrigando con ellas 
mis dolores 
del alma
aliviando mis penas 
y mis culpas
dentro del largo 
luto 
vistiendo
mis simbólicas
e inamovibles
ropas negras.

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