Sunday, February 06, 2011

Cuento de domingo


Ellos.

Ella lo miró pasar con su mochila y con sus instrumentos musicales que le produjeron una morbosa curiosidad de aprendiz, y lo siguió mirando hasta que él cambio la dirección de su mirada absorta en las montañas lejanas y la encontró con su fingida sonrisa, esperando aquel gesto que la llevara a la realidad del músico. Así pasó.
Se siguieron cruzando varios días que ella adornó con hojas amarillas enredadas en los cabellos sueltos, hasta que decidieron vivir juntos. Él, la enseñó a soplar algunas notas y le engendró un hijo. Compró una cama y bajo ella guardaba las melodías andinas con maniática meticulosidad. La nombró princesa de su reino ignoto y de la luminosidad perdida en los vericuetos del sendero empolvado por siglos de abandono y enterrado bajo nubes de polvo y tiempo. Llevaban una vida sin prisa y él adoraba la cama guardiana de sus gaitas. Ella, con la curiosidad satisfecha, conocedora ahora del origen de las notas y roto el mito del muchacho exótico, se aburría del lamento incaico. Le molestaba el hecho de que al cerrar la puerta, la revisara dos veces para asegurarse que estaba bien cerrada y para que ella no lo creyera un maniático, cuando su intención era hacerlo cinco o diez veces.
Ella vestida con sus largas faldas, decidió incursionar en otros mundos y trasladó por unos días su reino hasta donde un viejo profesor que estimulaba su vanidad y la presentaba como la descubridora de los ecos de los Andes y el folclor costeño. El juego no le duró, porque el músico, compulsivamente cuidadoso de sus pertenecías entre las que la contaba como su mayor tesoro, comenzó a sospechar e intento llevarla lejos del lugar. El viejo profesor todo lo soportaba con estoica resignación y le ofrecía otro imperio que en su memoria decadente confundía y creyendo que así era el nombre de la diosa que quería darle; la llamaba Tiuantinsuyu*, tratando de aproximarse a los delirios juveniles de ella. Hasta que otro día, se cruzó un joven nórdico en el camino de los tres. Ella entonces, violentó la puerta y sus cerrojos, se robó la cama, se llevó al hijo y se fue con su música a otra parte.

* Tahuantinsuyo: Imperio inca, el imperio de los cuatro puntos cardinales.

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