Ella habría de morirse recordando la cara descompuesta con el pelo recogido en moño negro que hacía más prominente su bocota pintarrajeada de saguinolento rojo, acompañada de la sombra que la apretó entre la camisa de fuerza y la arrastró inmisericorde por la avenida de Chile, los enfermeros torvos y la mona vendida por una fallida masturbación en el ascensor y una promesa del sobrino gracias a quien desde hacía seis meses podía disfrutarla. Le habían tendido una trampa y cayó como habría de caer mil veces, como cayeron y caerían los enamorados del mundo, mientras les quedara una llamita en el pecho y una esperanza en el corazón.
Caería...
Apareció sin anunciarse, le golpeó la vista con un rayo de luz obsceno, era lo antiestético, la negación del arte, arte para morír sin pena, proserpina, proserpa, mil demiurgos con mujeres, mil demiurgos sin mujeres mil mujeres sin demiurgos. La seguía su séquito de carcajadas, gritos, estridencias, ignorancia y vulgaridad, vulgaridad, vulgaridad. La recua de hijos mocosos y maleducados, el esfuerzo de aceptarlos como parte suya. Los amaba, y los odiaba en un irreconciliable sentimiento que le producía angustia.
Recordó las actuaciones malditas, la escuela de arte dramático, el comienzo de su propia tragicomedia... bruja repelente, ignorante espantosa víbora, ¡sáciate con mi sangre, bébete los restos de mi dolor! yo seguiré borracha por el mundo olvidando en alcohol las injurias de tus actos, la vergüenza de los míos, derrochando en parrandas lo que queda de mí, lo que nos queda de lo que fuimos o de lo que creímos ser.
Te presiento de lejos, desde el mismo lugar donde conjuro mi amargura, donde me han apartado en mi delirio, donde han atado mis sentimientos y me conducen por vericuetos espantosos, mientras tú me llamas. El mismo lugar donde me dictan la sentencia de ser nadie, donde me condenan a muerte por ausencia, donde las blusas blancas me manchan y los choques eléctricos me humillan, recordaré tu nombre y me condenaré a pronunciarlo eternamente para expiar mis pecados y mi culpa por haberte abandonado, por no haber librado mis ataduras y estar a tu lado cuando más necesitabas de mí, cuando llorabas y te morías de amor cuando a gritos requerías mi presencia, cuando enterraban tus claros ojos de la ternura.
Mona, tu serás mi castigo, me gastaré buscándote para que golpées mi rostro y me digas puta en cada amanecer. Te imploraré amor y lo conseguiré a fuerza, cerraré los ojos a tu ninfomanía. Me dictarás la orden de no enamorarme de ti -como si el amor pudiera ser decretado, creado o borrado a voluntad- y no te escucharé, ni te obedeceré, a cambio te poseeré como un macho sin herirte ni rasgarte. Me apoderaré de ti como un hombre que se cree con derecho de propiedad y de uso.
Todas las noches, el hombre se desliza entre la sombra que invade el aposento, me besa entre mi miedo con su baba fría me atrapa contra el muro. El es grande y fuerte y me apabulla. Yo seré como él, dominaré, lameré con su fuerza contra el asco, temblaré de frío, de miedo y de placer en una sola arcada que escupa esta masa que me aplasta adentro. Osita de felpa, niña, osesna sin arma que me ofenda, rompecabezas incompleto, serás paz y pavor en mi extravío.
Amo la vida por tus ojos
y respiro por tu boca...
Acaricio tu cuerpo de guitarra, tenso las cuerdas en la punta de mis dedos hasta hacerme daño de ti, beso tu boca y otras bocas, toco tu pecho terso perfumado me extasío en ti.
"Tus senos carne de anón..."
Maldita bendición que llega tarde, cuando todo es irreparable, suena guitarra sé mi voz de dolor, repite y grita su nombre si no te escuchó.
Beberemos de tu copa valerosa, sudaremos el zapateado del último flamenco de riñones fajados, lloraremos los últimos latidos en la arena fría de esta playa muerta donde no me exilio maestro, de donde vuelvo, eterno retorno a tí, a ella, a mí...
Violador, soy la perra que tocas, el rabo entre las piernas de la pena, visiones de un azul que sigue huyendo, purga tus culpas que el camino está cortado en mil recodos y seguirás perdida hasta el fín de los días, atada a la locura colectiva, a la locura propia que te baila en las venas y serpentea en tus sesos poseídos desde siempre y para siempre hasta que te dure el veneno.
Todos ustedes me han humillado, han abusado de mí cuando debian cuidarme y protegerme, han sido mis verdugos, justamente ustedes en quienes mas confié y a quienes mas amé, ustedes los escogidos, los cercanos, los queridos, los únicos, mancillaron mi inocencia y me arrastraron al abismo. Los odio, los repudio y los maldigo... Les pago con la misma moneda que Dios manda; los desprecio y los olvido.
Cantaré, a todas horas cantaré en mil gritos, me desgarraré y me desangraré para purificarme y retornar mis aguas a la cristalinidad a la diafanidad suprema entre tu vientre, al abrigo de tu amparo a la primaria tersura de tu cuerpo débil maltratado, a tu ámbito suave de mujer mujer, de madre madre, de niña niña; a tí.
La miras y no la ves, no reconoces su canto alucinado, te supera en calor te agrede y te seduce y casi te derrota cuando estás en el piso maltrecha, ella sigue cantando sin tu voz, rasgando la guitarra sin tu fuerza imitando tu acento, no siente no ama como tú. Ella miente, para conseguir lo que quiere, persigue su obsesión, se ha quemado los pies para tenerlo mientras él huye en un taxi y la deja sola, abandonada en medio de la oscura ciudad que la devora y entonces vuelve a ti para jugar el juego interminable con su inocente mohín de nena buena que tú adoras y por el que eres capaz del sacrificio de ti misma.
Manolo no vuelve y la vida se va, hermana y madre, martiña, niña que me busca y no me
encuentra, mientras tú me torturas y yo me apago en este hospital que ostenta el nombre del mundo en que me pierdo, 'hospital del dolor' que no se cura. Saliste del ascensor enfebrecido de viejos sentimientos con la presión en el cuerpo y la angustia en el pantalón, recorriste el camino hacia ella como quien se aproxima al patíbulo con placer abrigado. Ella es asco y pasión incontrolable. No importa lo que pisotees, no importa lo que dañes ni a quien traiciones, sigues adelante hasta perderte entre sus labios anhelantes y sucios. Ahí te encuentro y ahí te quedas retorcido en la mueca que te denuncia, paso infernal de tu extravío.
Las notas de la Alhambra resonaban arpegios en tu oído, tibia noche sin fín, agua rota que no encuentra su cauce, finos lamentos, golpe definitivo. Tejido de mi carne llegaste cantando en un grito las notas de tu nombre, lloramos por distintos caminos y fuimos placer y furia en el filo del deseo, en el fuego del último sonido demencial, seguiremos en la búsqueda, en la inútil búsqueda de lo desconocido, jugándonos en cada canción, otorgando besos y caricias, evocándonos niñas indefensas en las viejas fotografías en sepia, con ojos temerosos que presienten el irrevocable destino trashumante, la ausencia irremediable y el amor como perro maltratado, echado lamiendo los pies que lo golpean inclementes.
Recorrido el camino, maquillo la traición acomodo el dolor y con maniqueo entusiasmo deshago el periplo hacia atrás dando botes de abajo hacia arriba de la cuesta, soy la paloma negra contra la reja de un penal... y ahí te veo en el comienzo de los días, pequeño y desvalido, esquivando la mirada que perdona y olvida toda afrenta,
"Y aunque te amo con locura, ya no vuelvas...
Paloma negra, paloma negra, ¿dónde andarás?"
Hasta aquí llego, aquí me quedo con mi música triste que te implora, buscándote en cada amanecer, añorandote en los ojos verdes que se crucen en mi noche, recordándote en lo inmisericorde de tus actos, en la corrupción de tu cuerpo amado, en tu maldita sonrisa acomodada al antojo de tu próxima víctima. Aquí como en los viejos tiempos de la cobardía del niño que te dejó plantada, como en las largas esperas en la sacristía del cura del pueblo con el que te perdías horas enteras, exorcizando demonios trasnochados y expulsando sapos y serpientes desde la concupiscente fiebre de tus piernas Aquí desde la desolación de esta sala de paredes heladas, desde este sanatorio donde he vomitado mis últimas miserias y desde donde te canto mi última canción, desde donde respiro por tu boca desde donde los latidos de tu cuerpo son los de mi corazón.
Un alma bajo tu piel está,
está llamando a la mía...
La vida no retorna, los daños siguen su curso de avalancha sin posibilidad de escape y aquí termino sin pretensiones ni artificios, lejos del alcance del garrote vil de tu mano de niña que yo amaba.
Da lo mismo si he muerto ayer o hace cinco años, tú no te enterarás ni colocarás una flor sobre mi tumba que recibe los pasos de los que deambulan en su culpa. La tristeza no muere, sobrevive en el mármol frío, traspasa las fronteras y se anida terca en los corazones arrepentidos.
Ha cesado la búsqueda, desde ayer supiste que no volvería mi voz, ni mi guitarra, y debiste saberlo hace mil o dos mil días y debiste llorarme o acompañarme y debiste abrazarme y consolarme posar tu mano entre mi mano o cerrarme los ojos que ya no te verán llenos de amor, pero el tiempo no mira hacia atras y tú tambien te has ido.
No hay calma para esta sed no la hay
Si no es tu boca en la mía...
Ya no sé si me verás en tus sueños plagados de remordimiento, si recorreras las calles compartidas en la fiesta de la vida, si repetirás mis canciones bajo el flagelo de la lluvia invernal o si tu figura desdibujada por la bruma de las seis de la tarde zanjará a pasos acelerados el espacio del encuentro renovado con un nuevo amante, mientras el polvo de mis huesos desaparece en la ceguedad del viento que te roza.
No sé si cuando las puertas se cierren y el telón caiga estarán aquí, hermanos y sobrinos, tíos y amigos, amantes y enemigos todos, llorando un llanto tardío que alivie su egoísmo. En Cali, en Miami, en Bogotá o en Hamburgo, cada cual en su escondite donde guardan su culpa de la mirada de los otros que los ven limpios y felices mientras yo me diluyo en canción y en luna, mientras me aparto despacito del recuerdo y de los lazos de sangre y me convierto en soplo del otro lado de la vida, donde me aguarda lo que fue mi única verdad que permanecerá en melodía perdida en el tiempo que me tocó vivir.
5 comments:
Qué bueno que ahora podremos disfrutar de toda esa poesía que anda regada en libretas. Si te tocó vivir este tiempo sigue dejando en forma cotidiana tu canto de paloma exiliada externa e interna en este blog.
He leído“Paloma negra” de Martha Daza, una escritora Colombiana. En la revistas digital Los Conjurados.
Mona, tu serás mi castigo, me gastaré buscándote para que golpees mi rostro y me digas puta en cada amanecer. Te imploraré amor y lo conseguiré a fuerza, cerraré los ojos a tu ninfomanía. Me dictarás la orden de no enamorarme de ti -como si el amor pudiera ser decretado, creado o borrado a voluntad- y no te escucharé, ni te obedeceré, a cambio te poseeré como un macho sin herirte ni rasgarte. Me apoderaré de ti como un hombre que se cree con derecho de propiedad y de uso.
Todas las noches, el hombre se desliza entre la sombra que invade el aposento, me besa entre mi miedo con su baba fría me atrapa contra el muro. Él es grande y fuerte y me apabulla. Yo seré como él, dominaré, lameré con su fuerza contra el asco, temblaré de frío, de miedo y de placer en una sola arcada que escupa esta masa que me aplasta adentro. Osita de felpa, niña, osezna sin arma que me ofenda, rompecabezas incompleto, serás paz y pavor en mi extravío.
Me gusta contestarte:
He leído “Paloma negra”, de Martha Daza es brutal, sanguinario, agrio, fuerte, real, barriobajerotelenovelero, con un lenguaje del alma que ha sufrido, mujer representativamentesudadadebesos, pero está muy bien escrito, una pequeña obra maestra.
http://www.revistaperito.com/ramonfernandez/elaberinthelemaco.htm
En este enlace encontré el comentario que puse ayer.
Muy interesante.
Muy interesante.
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