Tuesday, September 26, 2006

Agridulce. Fragmentos


I


Debajo de la tarima de la virgen donde soñabas imposibles milagros como la sonrisa de tu padre muerto, ahí donde saboreaste el agridulce de la comida podrida, que tus compañeras del internado escondían y luego olvidaban entre las vigas para evitar la maldad de las monjas que se la decomisaban, para que igualmente se pudriera en poder de ellas. Ahí donde tú, como los niños del basurero, encontrabas los tesoros cubiertos de pelusa blanca y verde; que aliviaban el hambre sin memoria y que no podían ser arrebatados de tus manos como te habían arrebatado todo desde la noche sin luna en que se te ocurrió adelantarte a tu destino y nacer sin que nadie te esperara, sorprendiendo hasta a tu propia madre. Agridulce podredumbre, paliativo que hoy en palabras calma la misma sed y hambre sin tiempo.

II

Me cambias el tema en la marcha como quien manipula la carrilera y confunde los vagones de un tren que torpe rectifica el rumbo, tras detenerse y tornar atrás en la esperanza. Mueves los hilos uno a uno, a los que me aferro apasionadamente como lo único que me ata a la fantasía, el único camino a ti, mi amada mentira, agridulce aroma de tu cuerpo que huele a ti y a ella, a ti y a otras y que calma mi sed y hambre de niña atrapada en la infamia del grito que me espanta, en la miseria del miedo que me ronda, en la agresiva cotidianidad que me roba la vida. Alimento, alimento, hilo de fuego entre mis venas, energía en mi carne, ensueño en mi locura de estar en algún lugar sin nombre ni etiquetas, dolor que me recorre y que se empoza en mi condena.
Estridencia, abuso tatuado desde el primer cruce. Vociferas, escupes sobre los rostros que te enfrentan…

III


Los hombres llegan en diferentes tiempos y siguen el ritual mientras observas y abrigas en la sordidez de tu sonrisa, el triunfo de la infamia, el cuerpo se estremece sin fuerzas para resistir el embate que lo aqueja, pero sigue adelante con estoica firmeza. Sin fuerzas para pelear, siempre lo mismo, aguardando el milagro, el día que descalza deje mis huellas en la arena sin mirar atrás, sin prisa de llegar a alguna parte, quizás con una mano que al contacto abrigue la otra mano soñando la tibieza.
Cierro los ojos y te adivino en el lecho hendiendo tu silueta en reposo bajo la sábana donde se dibuja otro cuerpo cobijando la traición, cuando las sombras conspiran contra mi inocencia y mi confianza. Pensamientos que me corroen en la bajamar de mi desventura.


IV


Estabas de rodillas ante mi cuerpo desnudo de modelo forzada y posabas tu avergonzado rostro entre mis piernas, tus poros despedían la más sublime ternura en el ambiente espeso, que segundo a segundo decantaba el miedo de los minutos que antecedieron la lucha enfebrecida del deseo, te quise abrazar para aliviar en algo la agonía, pero sólo quedó la mueca congelada del desconcierto flotando entre la noche.

V
Libramos las grandes batallas y pretendimos las grandes revoluciones, pero nos quedamos muertos, ahí tendidos bajo la hierba a los pies de la montaña que nos vio pelear, volviéndonos cal sin que se filtre un hilo de luz por los intersticios de la vida, sin que se cuele un grito que nos conmueva en esta muerte que llevamos…

VI


Después de todas las saudades de ti, cuando el primer ámbar del espejo roto refleja los fragmentos de mi rostro traicionado, sucede que te odio, con un odio forjado con las lágrimas de la noche, con un odio lento que se inicia en la descomposición de los colores del crepúsculo de la soledad de la víspera y de dos años atrás, escenario desde donde me llegan cada una de tus mentiras para afianzar mi desamor y el tuyo.
Hoy cuando la luna llena no me acaricia sino que suspende mi sueño para agredirme en el recuerdo de otras lunas que me regalaste antes del desprecio del silencio y el abandono. Antes que este sentimiento, que bordea los peligrosos abismos de la conmiseración del amor propio y los celos, se apoderara contaminando lo más hermoso que anidó en mi corazón y que hoy lloro sin llanto. Antes que se diluyeran los últimos besos y se suspendieran los abrazos y me llegara tu voz por el hilo del teléfono y el mensaje mendrugo que me tiras desde el olvido.

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