Wednesday, July 29, 2009

Quemando las naves




Volver hacia atrás es un ejercicio masoquista un retroceso inminente a todo lo superado, mirar hacia atrás es restar, tratando de encontrar el tiempo pasado que dicen que fue mejor, sin entender que la vida son fragmentos, momentos; que nada es mejor ni peor sino instantes irrepetibles que luego evocamos para conservar algo de la felicidad que nos proporcionaron y que no supimos reconocer al vivirla.

Recorro desde mis febriles catorce años, la adolescencia apresurada de la vieja canción, porque esos fugaces momentos de la adolescencia pesan en el corazón que los conserva intactos con todos los olores y sabores, con los estremecimientos y los fervores. En esos tiempos nuevos, ignorarlo todo e irlo descubriendo con asombro al paso de los acontecimientos es la felicidad, lo que nos declara vivos y nos dicta lo que haremos después.

Ahora todo está dicho y lo nuevo ya no nos asombra porque siempre le descubrimos aquel tufillo anacrónico, aquello a lo que ya le dimos mil vueltas en el carrusel que representa la vida. Si tú vivieras mirarías cómo todos los acontecimientos giran sobre su eje cumpliendo a cabalidad con el mito del eterno retorno, continúan los mismos con las mismas, más viejos y resabiados, ni siquiera perfeccionan sino que repiten una y otra vez los mismos esquemas, se turnan, utilizan el mismo lenguaje y las mismas estrategias que de tan usadas producen asco. Han sofisticado los métodos de limpiar el camino, han creado nuevos ejércitos y nuevas tácticas, pero continúan siendo los mismos tras sus renovadas máscaras. Extienden su poder, negocian y se venden al mejor postor que casi siempre es el mismo de la mano larga, acumulan terreno y objetos para diferenciarse y para sentirse mejor, pero no lo consiguen, lo que pasa es que se toman mucho tiempo en comprenderlo, el tiempo de las generaciones que les siguieron. Han acelerado la miseria y la corrupción que ya no consigue cómo cubrirse por que ahora alguna gente ha aprendido a distinguir y sabe que no todo lo que brilla es oro, que existen imitaciones burdas de lo bello y que la realidad es de plástico recubierto con colores llamativos. No todos lo saben, muchos caen en la trampa pereciendo bajo los resplandores y consumidos en el estiércol de esta sociedad que devora a sus víctimas sin darles oportunidad y nosotros que quemamos las naves del retorno a lo que nos fue querido, a nuestra Itaca, sagrada ciudad canalla, contemplamos impávidos el desastre sin saber si es el final o si solo es el comienzo del nuevo ciclo de errores compartidos y repetidos hasta el infinito.





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