Para la tía.
No sabía qué hacer con tanto dolor, no le cabía en el pecho ni en el cuerpo, era necesario deshacerse de él, tirarlo por las alcantarillas tal vez, por que si lo dejaba en la calle abandonado, podía apoderarse de una persona que desprevenida pasara por el lugar, pensaba ella. No lo podía regalar, regalaban tanto en cada esquina, que ya la gente no quería más. Además se decía que los muertos cuando se iban dejaban su dolor errando por las calles y que hasta los cerros estaban invadidos y los caminos a los pueblos vecinos y los mismos pueblos no sabían cómo esconderlo. La prensa decía que la gente se había vuelto indolente y eso quería decir que no estaba dispuesta a aceptar más dolor y se veían personas a través de toda la ciudad con cargas enormes sobre sus hombros, con gigantescos bultos en la mirada, con fardos grandes en las pisadas, buscando la forma de desprenderlo de sí. Bien se sabe que el dolor como la muerte, no respeta edades ni abolengos y esto, era una epidemia. El dolor no cabía en las alcantarillas, decían que se mezclaba con tanta sangre que habían derramado en ellas y que entre los dos se desbordaban por todos los rincones incluídos aquellos donde no llegaba la mirada, y que se hacía imposible el transito normal. Los ríos se habían tornado turbios y rojos y ya la lluvia no limpiaba las manchas que se trepaban por las paredes, aprisionando las gargantas de los transeuntes hasta asfixiarlos. El pueblo deambulaba con su carga de dolor sin saber qué hacer con él. Lo habían usado para abonar los cimientos de la patria, pero la patria se resquebrajaba y los remiendos que le hacían dejaban escapar los gritos de los desesperados, por eso ella tampoco sabía qué hacer con tanto dolor que la inundaba y dicen que se volvió loca.
1 comment:
WOW MARTICA..... ME ENCANTA TU POESIA, ME ENCANTA LO Q HE LEIDO....
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