Te miro desde la historia de mi derrota y me produces lástima, esa lástima que inspiran los perros abandonados en medio de una avenida convulsionada, un sentimiento que poco tiene que ver con la ternura y que raya en los límites del desprecio, el mismo que me profeso a mí misma, que no hiere ni lastima, pero que como piedrecita en el zapato incomoda el andar, arena en los ojos miopes donde te perfilas indigno y cruel.
-Qué tanto es una vida, el instante en que te abrazo, el sabor de tu piel que se adhiere a mi recuerdo, los momentos en que te adivino en otro lecho, la hora en que te pierdo o la misma en que nadie te gana, porque los sentimientos no son una competencia y tambien navegan en el heraclitiano río que discurre y que nunca es el mismo cuando nos bañamos en el.
-Yo sé que en otro lugar de esta ciudad canalla, contemplas el mismo atardecer y se te cuela en los sentidos con el mismo fuego que se perderá en la noche y verás el brillo tenue diluírse en sombra y las amoratadas nubes tornarse vacío en el adormecimiento del crepúsculo.
-Yo estoy ahí, en ninguna parte, en el mismo lugar que deambulamos todos, creyéndonos la historia de ser y existir en el instante orgásmico de la mentira que nos mantiene vivos para seguir creyendo. Aquí, dulce sofisma, aguardando el sonido de tu nombre pronunciado en la tarde de la despedida, en el lejano movimiento que marque el designio de no verte.
-Sabor a ti, aroma que se extiende cuerpo adentro, sutil sabor de amor en el lujurioso aliento, en el gemido mudo, instante que se pierde en las luces intermitentes que nos hacen huir del territorio tibio, hacia el helaje del miedo en las manos de la realidad.
-A través de tus ojos para inventarme feliz - para reconstruír el saldo de las jornadas idas- contemplo la vida nueva, ésta donde permaneces a pesar de los demás a pesar de la circunstancialidad del tiempo que se acaba, a pesar de los ojos que vigilan
-Me dueles, pero por ser tú, me dueles menos, me dueles con calma, lentamente acostumbrándome, acomodando mi piel a lo que viene… dueles despacito en el brillo de los ojos que rodará tibio en el ángulo errado de mi cara, hacia la nada.
-No sobreviviré, no quiero. Los hechos pies descalzos sobre el fuego se detienen en el temor odio que los mueve, se advierte la oscuridad en la mustia flor que se dispone a morír, talle quebrado del ensueño, hoy no era el día de soltar mi mano entre la ola terrible, de apagarme la voz que generosa daba luz a mi andar, pero vive tú, que yo te amo, aunque termine odiando el momento en que lo hago.
No hay futuro si no vives la intensidad del hoy te quedarás rezagado y vacío en una competencia absurda sin ganador ni vencido, siente, elévate a las más altas cumbres de la soledad.
-Para qué insistir en proseguir, no existe ninguna razón para nada. Hablamos dando vueltas, sin llegar a ninguna parte, andamos sin encontrar el lugar apropiado donde posarnos firmes, subimos el telón, persistimos en la farsa, marionetas sin voluntad fingiendo ser dueños de nuestros actos.
-Una lluvia de flores me detiene en la tristeza de este 8 de abril, es primavera y tu imagen se me filtra en el alma en esta tarde que compartes con otra gente, en esta tarde que no estás, pero sigues vigente en el estremecimiento de los pétalos que caen a mis pies formando colcha rosa desmayada en la acera.
-Anda, aspira el aire tibio del atardecer que en él estoy diluída, lejos de la voz que pretende exterminarme, aquella que cree que dicta la sentencia definitiva para decidir el rumbo de mi vida, la que no sabe que yo soy la audacia de atreverse a florecer entre el helaje, a sobrevivir entre las cuatro paredes que pretenden aplastarla y exterminarla soy la misma que sueña frente al mar, la que se escapa en una nube en el momento mismo de la desventura, la que te ama y te llama sin escuchar la otra parte, soy la que vive de sueños fabricados al éter de la locura que me copa.
-No me mueve la conmiseración con que me trata el monstruo, no me roza su dureza de oro, sigue siendo la prostituta del mas puro deseo y del mas casto lecho su desprecio. Navego hacia otros puertos donde me espera el alma en el momento íntimo de la única verdad: tu sentimiento, ahí donde palpitas y te sientes vivo y te sientes hombre integrado a la naturaleza a la energía pura, donde te sientes partícipe del universo, ahí te encuentro ahí me quedo y ahí te amo, donde nadie llega y se acaba la fuerza y el deseo de dominar y ser dominado, en la desolación suprema del ser cuando se ve a sí mismo inconmensurable y se siente liberado, etéreo, eterno en el tiempo y el espacio.
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