La primera reacción ante la intención de confesión de Montiel fue de miedo, me hice mil cábalas mientras me acercaba a lentos pasos a lo que él llamaba su secreto, pensé que tenía a alguien atado a una silla de ruedas -talvez a su esposa- y que se deleitaría desnudándome mientras ella observaba sin poder hacer nada; quizas sería ciega como en El Túnel y él la obligaría a respirar mi perfume, el nuestro, el que elaboraríamos en su presencia. Los ciegos desarrollan los demás sentidos me dije y ella, además de oírnos percibiría el deseo en cada gota de sudor rodando por nuestro cuerpo, la tibiaría el vaho de nuestra respiración dificultosa y sufriría o se deleitaría quizas con nuestros gemidos.
Ella habría quedado ciega o paralítica, después del intento de suicidio cuando Montiel la encontró en su propio lecho amando a otro hombre, tras haberlo despedido, besándolo en la boca al dejarlo en el aeropuerto, donde finalmente cancelaron el vuelo.
Tal vez Montiel la amaba, pero su lastimado orgullo exigía una venganza cruel y me estaba utilizando a mí para llevarla a cabo. ¿Y si tenía otros hombres aguardando, hombres con látigos que me atarían a la cama mientras él, cobarde se escondería en un armario para desde allí observarnos?
¿Y si era un loco que tenía preparada una celada para encerrarme en ese lugar del que no podría salir nunca, porque él se encargaría de impedírmelo? ¿y por qué me había escogido a mí para confiarme su secreto?
¿Y si Montiel no era Montiel sino una dama y si no tenía sexo o era hermafrodíta? Mil preguntas me hice en el trayecto y fuí desde la abyección hasta la simpleza, hasta que huyendo horrorizada, dejé a Montiel con su secreto esperando en medio de la plaza.
Wednesday, November 08, 2006
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