‘El Estado soy yo’
Todo se dio paso a paso, colocando las fichas adecuadas en el tablero los copartidarios comenzaron a poner al país en jaque. No fue cosa de un momento, han sido años de conspiración y de montaje, –hasta el pelucón del hombre fue modificado–, de la misma manera ubicaron jueces, impidieron el nombramiento cuando correspondía a sus opositores en el tribunal supremo y en cambio nombraron los propios cuando parecía imposible, de esta forma cuentan con sus mejores aliados para utilizarlos en momentos cruciales de legalidad si acaso las actuaciones se salen de control.
No estamos ante hechos casuales, el individuo cayó como anillo al dedo de los planes de retroceso urdidos con filigrana, con tiempo y con cautela.
El mercachifle sin principios, sin ética, sin formación académica, sin ascos apareció en escena en el momento indicado.
Todo lo que brille le gustará, se dijeron y brillo le han dado.
Su ambición y su mal gusto nos los ha mostrado. Lo hemos visto batiendo su cola, olfateando y abriendo huecos con sus patas en busca del hueso del tesoro.
… y ¡lo encontró!
Ahora actúa sin freno y los que lo alimentaron callan, arrasa con lo establecido y lo que aún no ha podido cristalizar en la realidad le pide a su mecenas que lo cree con inteligencia artificial.
De esta manera le es fácil satisfacer su ego; manda fabricar vídeos con sus delirios que muestran una estatua gigante de su impúdica figura resplandeciente en oro, presidiendo balnearios que como bofetada a los muertos, a la historia y a las luchas de un pueblo subyugado, pretende construir sobre las ruinas de los bombarderos.
El hombre sueña en sus insaciables desvaríos de coronada grandeza, con leer su nombre en los portones de hoteles propios, aunque todos sus proyectos del pasado hayan fracasado y caído en bancarrota.
Él alucina con banquetes –el rey de la hamburguesa – con invitados macabros, lo hace porque ahora tiene los recursos y se ha vendido al reflejo del más poderoso, olvidando la máxima de que no todo lo que brilla es oro, pero ahí sigue, desmantelando un país y sus instituciones, mancillando, humillando a necios y eruditos, pisoteándolos a todos como un animal gigante, como el elefante en la cristalería donde temerosos le ceden el paso para no correr con la misma suerte de quienes se le oponen y mueren aplastados.
Solo uno, gracias a su investidura tímidamente se atrevió a tocarle el brazo para insinuarle que estaba mintiendo y para pedirle rectificar las cifras inventadas en el momento de lanzarlas. El extranjero no quería verse involucrado; el improperio, la mentira y la improvisación le asustaron aunque en esta tierra al otro individuo se lo acepten, tocó su brazo insinuándole que esas no son buenas tácticas y no se ven bien en el ámbito de la política internacional.
Mientras tanto el país y el mundo toman aire aguardando el siguiente cristal quebrado en la jugada y el tal vez de un buen consejo de algún otro que se atreva a tocar nuevamente su brazo y lo despierte de su desvarío mostrándole que en la exhibición de su alucinación se le ve el cobre y se le rasga la tela.
Midaz