Sin un último óbolo
bajo la lengua,
sin destino
ni rey que te proteja
o te condene
¡Vuela!
que tus manos etéreas
se desaten en alas
para llegar muy lejos
que se abra la noche
con su velo espeso
y aunque no veas nada
siente la oscuridad
de la eternidad
siente el vacío
de la desolación
porque hasta
la más infame
y pertinaz
lluvia te abandonó
para siempre
este era el rumbo
que no veíamos venir
pero que creíamos
que presentíamos
en el hórrido hueco
de la soledad
de entonces
cuando el recuerdo
era eso tan simple
tan hondo
tan intangible
y muerto
en nuestros
corazones niños.
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