Sin petición de mano
Cuando Jorge decidió proponerle matrimonio a Miryam, se dio cuenta que ya no quedaba un solo libro en sus anaqueles, él la quería tanto que para complacerla, a diario le prestaba uno que ella sin falta le pedía, entonces, ese día, sin libros, comprendió que ella no volvería.
Despedida
Aquí tengo tu guitarra
porque la maldita muerte
no permitió que la
llevaras a cuestas
Sus cuerdas
aguardaban
tu mano diestra,
pero llegó a cambio
una siniestra.
Minero
Con el dinero que intentaba ganar ese día, completaría la suma para comprar el anillo que le daría a Julia. Después de la explosión, solo apareció una lista de nombres en los diarios...
Los ojos de Anabella.
Desde que se cruzó con ella, Juan comenzó a arder por dentro, las llamas de su entraña amenazaban con consumirlo, él bebía agua para apaciguarlas sin lograr mejoría. Mientras se dirigía al trabajo el enardecimiento era insoportable, entonces contemplaba las enormes jardineras con flores que adornaban el borde de los andenes de la ciudad y la frescura de los pétalos se le metía por la respiración aliviando un poco sus furores, no podía en cambio, mirar aquellos tallos marchitos porque se avivaba la hoguera en su interior que no lo dejaba vivir, era muy difícil transitar por la calle con esta sensación. Tornó entonces su mirada hacia las copas de los árboles que allá arriba podían respirar y batirse al viento.
-Esa es la salida, se dijo-
Subió corriendo los diez pisos del edificio y llegó agotado a la terraza desde donde se contemplaba entera la ciudad, tomó aire y ensanchó su pecho con los brazos abiertos como alas, entonces allá a lo lejos vio los ojos de ella y por fin pudo frenar el incendio que lo quemaba con esa nueva sensación de libertad que solo duró los breves segundos de la caída.
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