
Para JBC
Mackandal es el personaje que mejor reúne lo real maravilloso de la literatura de Carpentier. Es fantástico, poético, mágico; es exuberante, endemoniado: es el Mandinga. El dulce veneno salvador de un pueblo que aún lo mantiene vivo en sus cantos ceremoniales de Vodú.
Es síntesis del caudal mítico, la mariposa subversiva en sus transformaciones. Es ave y reptil, venado, iguana, perro y alcatraz, pero ante todo es líder, sus poderes mágicos están en el fuego de su mirada, en la levedad de su cintura, en su tono de voz grave y sordo que hechiza a las mujeres; en su extraordinaria capacidad narrativa que encanta a quienes lo escuchan, y sobre todo, está en sus muecas terribles cuando caracteriza monstruos que aterran a quienes lo observan.
Mackandal es todo eso y mucho más porque representa la fe de sus contemporáneos, fe que trasciende lo real y contribuye como aliento de una sublevación formidable. Mackandal es un acto de amor que lo salva del fuego ante la mirada de quienes lo ven escabullirse hecho ave manca y los otros que lo sienten arder en las llamas, ahogando su último gemido.
Es necesario creer para salvarse, y Mackandal se repite en nuestra América Latina, se sigue transformando en todos los que creen que es posible un nuevo día y que se pueden superar las hogueras de la infamia con los actos de fe mágicos que nos dicen que el reino de Mackandal sí es de este mundo.