El 3 de enero de 1889
Nietzsche atraviesa
la plaza Carlos Alberto
en Turín y se dirige hacia
donde están
los cocheros…
Completamente muda
abrazaré a
un perro
o a un potro herido
mientras el mundo
se derrumba
intentaré morir
atada a su cuello
sólo así lograré
desahogar mi angustia
y la del perro
limpiar mi pecho
antigua chimenea
deshollinar mi corazón
atascado
en paisajes de muerte
y caballos
desolados
intentaré que salga
mi grito de entre
la mordaza
firme que
abarque ciudades
rompa muros
estremezca el aire
que crezca
y si no lo hace
lo intentaré todo,
intentaré las cumbres
y los desfiladeros
las olas embravecidas
tal vez camine
como un emperador
condenado
con los pies ardiendo
entre una ceniza turbia
hasta que se achicharre
mi espíritu terco
probaré la furia
de las aguas,
las corrientes bravías,
los juncos
de los pantanos
y las movedizas arenas
que tragan montañas
hombres
y animales,
las corrientes
que arrasan
viviendas y caminos
dejando tras su paso
el espeso manto
fangoso del desastre,
me pesará
la sangre,
los muñones
el terror de los padres
que intentan huir
al explosivo ruido
que destroza
la historia de las calles
la misma historia
de las madres
seguirá el hambre
vasijas mendicantes
las ciudades
sitiadas
el llanto permanente
con caudales y cauces
que penetran
mejillas y aran
pieles niñas y viejas
tallando entre sus surcos
el miedo sin salida
ahogado entre los gritos
que no tienen huida
fijando
para siempre
en visión indeleble
la desesperanza de
ahogadas voces que
no pronuncian palabra
que ayude a liberarlas
buscaré bajo escombros
bajo el polvo
con
los dedos sangrantes
con las manos
sin uñas
buscaré… y
si no hallo esperanza
seguiré abrazada
agonizando
irremediable
con los pies
embarrados sangrantes
con la sed insaciable
al perro
o al potro
y a su cuello.
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