(26 de julio 2019)
Que más da,
nos seguimos muriendo,
solo quedan los pasos
recorridos,
las calles, los discursos,
la escalera, el colegio,
los proyectos,
los jardines, los bosques,
los niños
los que fuimos
jugando a ser adultos
queriendo a toda costa
reconstruir el mundo
modificar el sino
de los tiempos...
y llegan estos días
que nos rompen,
que nos vuelven pedazos,
las horas de llorar
por los amigos muertos,
de saber que
ya no es posible
un nuevo encuentro
aunque sigan
los árboles
caídos floreciendo.
Adiós mi gran amigo,
compañero, maestro,
el de la reina mora,
depositario
de todos mis secretos
depositario
de todos mis afectos.
Adiós Rafael Josué
Hasta siempre
Tuesday, September 24, 2019
Friday, September 13, 2019
La fiesta de la Friducha
La maestría de Rosalinda Rodríguez en La fiesta de la Friducha
El tequila
que nos ofrecieron cuando arribamos al teatro, nos preparó el sentimiento para
lo que venía:
Una voz que
rompió desde atrás de la escena, nos transportó al ambiente:
“Niña
cuando yo muera, no llores sobre mi tumba, cántame un bello son ¡Ay mamá!
Cántame la sandunga…” partiendo el corazón con La Martiniana, esa preciosa y
vieja canción oaxaqueña, arranca La Fiesta de la Friducha, esas voces inician
la tarde y resquebrajan los sentimientos que van quedando a flor de piel
mientras se levanta Frida, que yace bajo un velo rojo, rebelde y alegre para
contarnos de su vida desde su fiesta, la última exposición. A la derecha del escenario,
la tejedora ha permanecido acuciosa, en su trabajo.
La música, las
imágenes del telón de fondo, La Internacional, que no puede faltar en una
representación de Frida Kahlo; La Chavela Vargas, André Bretón, Trotsky y el
grito de Frida ambientan la función:
–“¡Con mi
Trotsky no se metan!” –y colocan al espectador en el centro de la vida azarosa
de Frida en el cuerpo de Rosalinda, que ha asumido todo su rol y su esencia.
Diego permanece en la escena, amado, siempre amado, traicionándola con su
hermana Cristina a quien también ama y odia en una lucha de sentimientos que la
superan. Siguen las evocaciones de la complicada vida, del polio, del accidente,
de los peores y los mejores momentos vividos, los abortos –una escena brutal
desgarrando las entrañas y el corazón de la Friducha; la pérdida de su pierna y
su cuerpo roto que habla en una queja rebelde.
Sigue recordando
a su padre que la veía muy fea, a su amiga Tina Modotti, a Picasso y a todos
los que jugaron un papel en su apasionada carrera, aparece fuerte en una
especie de oxímoron frente a la debilidad de su salud y su cuerpo que se
defiende a fuerza de espíritu. Desfilan por su recuerdo toda clase de personajes,
el noviecito que la acompañaba el día del accidente que trituró su cuerpo en la
adolescencia, –otra escena terrible-, por supuesto La casa azul de Coyoacán y
en medio, esas voces mágicas que llegan y junto a la de ella, rompen la cordura
y se suman a la estupenda interpretación de Rosalinda Rodríguez, siempre nube,
siempre arriba, y lo llevan a uno al clímax y al llanto en el cierre con
guitarrones de mariachis.
Grandiosa y
poética puesta en escena de Lilliam Vega, con Rosalinda engalanada en su papel,
grandiosa, apropiada del personaje que se muestra en toda la magnitud de su
tragedia, acompañada de Carmen Olivares, Ivanesa Cabrera ¡Qué voz!
y el grupo Ameyal. Todos, forman parte del engranaje de la obra, productores,
diseñadores de luz, maquillistas, creadores de los audiovisuales, asistentes de
dirección, jefes técnicos, ah y la pintora que recrea la obra de Frida. Todos
ellos responsables de este resultado ideal.
Laura
García, Papo, Milaydy Martínez, Armando Tejuca, Mariana Altamirano, Richard
Rodríguez, Loipa Alonso, Agatino Zurria, Jorge Lorenzo, Amelia Sierra, Juan
Cejas, Alfredo Armas con su lente y todos los que participaron en el excelente
montaje y aportaron sus conocimientos y su arte en la producción y organización,
se merecen un aplauso.
Nota: al
llegar al teatro nos recibieron con tequila y
desde el fondo del patio, las notas de un conjunto venezolano que
interpretaba el joropo y otros aires de la región, nos dejaron saber allá a lo
lejos, que estaban cerca. Estos artistas que tocaban sin atravesarse, nos
recordaron los inicios de esos exilios que nos parten el alma dejándonos su
presencia solo con la música de fondo.
Midaz
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